La mitología del garage: las raíces simuladas de muchas compañías de Silicon Valley

Contar historias ha sido uno de los vehículos más consistentes para establecer lazos emocionales entre las personas. Construir narrativas alrededor de un fenómeno, personaje o evento, enriquece el lugar que este ocupa dentro del imaginario colectivo, y cuando esta narración se desdobla en una mitología, entonces la historia cobra aún más fuerza. 

Lo anterior ha sido explotado por incontables marcas y compañías que, de manera accidental o intencional, se han revestido con mitológicos atuendos que las dotan de una identidad más rica. Y en este plano, las épicas fundacionales son bastante recurrentes.

Por ejemplo, cómo una compañía nació en condiciones adversas, guiada por un tenaz líder cuya visión y consistencia lograron trascender cualquier obstáculo hasta llegar a convertirse en una mezquina multinacional que premia periódicamente a sus empleados más obedientes, es ya una narrativa bastante familiar.

Nuevo paradigma empresarial

Conforme se consolidó la ola de innovación tecnológica que derivó en cientos de compañías que hoy operan en Silicon Valley, el prototipo empresarial fue significativamente alterado: atrás quedaron los yuppies de Wall Street con sus costosos trajes, sus conocimientos financieros y su exhaustivo PR, para dar paso a los geeks y tecnohippies californianos que a temprana edad y vestidos con mezclilla, tenis y camiseta, fundaron algunas de las compañías más grandes y rentables de la historia.  

Junto con esta nueva generación empresarial surgieron nuevos paradigmas narrativos a partir de los cuales empresas como Google entretejieron sus propias mitologías, dentro de las cuales, por cierto, el garage como un escenario álter-creativo tiene un rol fundamental. Incluso el término “garage” se aplica hoy como adjetivo para describir condiciones creativas que implican pocos recursos materiales, un espíritu esencialmente innovador e ingenioso, y una actitud desafiante frente al mercado (y la competencia establecida).

La mitología del garage

Un artículo de Tom C. Avendaño publicado a finales del año pasado en El País, analiza cómo el garage se ha convertido en un cliché dentro de las narrativas fundacionales de los tecnoentrepreneurs, al punto en que muchas empresas, incluidas algunas de las más grandes, se esfuerzan por insertar estos escenarios en sus historias.    

En “La verdad que ocultan los 'orígenes del garaje' de Silicon Valley”, Avendaño revela cómo en la mayoría de casos los génesis garageros de las empresas tecnológicas son simulados o al menos forzados, para así encajar con el nuevo prototipo emprendedor. Y antes de pasar a algunos de los ejemplos recientes que se citan en el artículo, vale la pena recordar que el garage como mito fundacional forma por sí solo casi un episodio aparte dentro de la historia del “sueño americano”. Gente como William Hewlett y David Packard en 1938 o el propio Walt Disney en 1923, originaron sus futuros emporios en la cochera.

Sobre el caso de Google, Avendaño escribe:

Y luego está el del 232 de Santa Margarita Avenue, en Menlo Park. Ese lo alquilaron en 1998 dos jóvenes llamados Larry Page y Sergei Brin para llevar allí el desarrollo de su joven empresa, Google. El aparcamiento está sorprendentemente intacto hoy. Con la alfombra azul que la entonces dueña de la casa, Susan Wojcicki, hoy consejera delegada de YouTube, puso para que los arrendatarios se sintieran más a gusto. La mesa de ping-pong con la que se tomaban los descansos. Todo dispuesto para que el mito parezca real y nada recuerde que en realidad Google se había fundado 2 años antes; tenía ya recabado más de 1 millón de dólares de varios inversores; y el ahorro que les suponía alquilar un garaje en lugar de una oficina era risible.

Situaciones similares a la descrita anteriormente están registradas en la historia de YouTube, Facebook y otras varias empresas cuyos orígenes son mucho menos épicos, y mucho más estratégicos, de lo que se pretende. En pocas palabras, en todos estos casos tuvieron más peso ingredientes como tener acceso a grandes inversionistas o pertenecer a universidades elitistas que la materialización del credo garage.

Pero como bien recalca Avendaño: “El mito del garaje transmite una serie de imágenes y valores admirables. Emprendimiento. Generación espontánea de ideas brillantes. Trabajo duro. La libertad de ser tu propio jefe y desarrollar tu propia visión. La ingenuidad de pensar que todo va a salir bien y la humildad de seguir trabajando cuando así es. El garaje no es sólo un enclave geográfico”.

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