La iconografía es, desde cierta perspectiva, un territorio de disputa. En prácticamente toda la historia de la humanidad las formas de representar la realidad se han enfrentado entre sí como resultado de la hegemonía de una cultura sobre otra, de una visión del mundo sobre otra.
De ahí que con cierta frecuencia los ejercicios de crítica y rebeldía al interior de dicha dominación casi siempre sean provocadores, pues dejan ver cómo una cultura se superpone a otras, a veces incluso sin proponérselo, sólo como una suerte de movimiento inercial imparable.
Tal es el caso de la cultura pop emanada de Estados Unidos, la cual cubre prácticamente todo el planeta en una suerte de conquista silenciosa o sutil que ocurre de facto, con sólo encender un televisor o un radio, con navegar por internet o abrir una revista. Ahí está, siempre.
En este contexto, el artista de origen tibetano Gade ideó una serie en que ciertos personajes icónicos de la cultura pop, los personajes de cómics, aparecieran revestidos con las formas y colores de la iconografía tradicional tibetana, como si se tratara de budas, monjes y deidades de esa cosmogonía.
En parte Gade tuvo la idea para esta serie cuando, según su testimonio, visitó Pazi, un pequeño poblado en las faldas del monte Xishabangma, en los Himalayas, en donde los niños llevaban mochilas con la figura de Mickey Mouse y bebían Coca-Cola.
Si esto sucede en una ciudad de centenas de habitantes a más de 8 mil metros de altura sobre el nivel del mar, sin duda la cultura pop es un asunto de interés e importancia.