Busqué a mi alma y no la encontré.
Busqué a mi Dios y me eludió.
Busqué a mi hermano y encontré a mi Dios y a mi alma.
Elisabeth Kübbler-Ross
El arte supone ser, quizá, la vía más directa a la trascendencia de la psique. Su estructuración, basada en la constancia, la disciplina y quizá un poco de ingenio de la locura, se convierte en la forma más inteligente tanto del cogito como de la perspicacia humana, mientras que su función incluye una réplica aguda de la comunicación entre ese ser superior y el humano mismo.
Se trata realmente de un melodrama frecuente con entradas abruptas y disonancias cognitivas, con ironías y disociaciones, las cuales se encargan de crear una elocuencia reactiva en contra de la suavidad de lo convencional.
Sin embargo, para que este mensaje sea transmitido exitosamente hacia el inconsciente colectivo, se requiere de un interpretador entre artista y espectador. Es este individuo quien, con suficiente lucidez y perspicacia, tiene el poder de recibir, decodificar, traducir y recodificar el lenguaje nato y puro de la psique expresado a través del arte.
Hans-Ulrich Obrist, famoso por su primer proyecto de curaduría, considera al arte como una vía de comunicación con un Autrui (ese Otro), en donde las propuestas provocativas alteran las fronteras del formato de una exhibición y, en consecuencia, de la manera de percibir al arte mismo. Para él: “si uno habla acerca de la interdisciplinariedad y los procesos dinámicos complejos, creo que es sólo el principio. En vez de los caminos narrativos en un sentido tradicional, son los espectadores quienes trazan la exhibición. De lo contrario, sólo llegaríamos a un estilo de Starbucks”.
Para él, las fronteras físicas no representan limitantes para la expresión febril del arte. Para él, la estructuración del arte no debería ser más que un antídoto para la claustrofobia de los museos y castillos de la sociedad. Para él, debe existir un método para liberar a la mente de la autocensura y crear así un paradigma que reúna a cada cogito en el camino a la trascendencia. Y sencillamente, él lo llamaría Dangerous Idea: A Palace of Unbuilt Roads:
Mi nombre es Hans-Ulrich Obrist, y estamos en el día 27 del primer mes del quinceavo año de la segunda década del primer siglo del tercer milenio en Londres, y voy a hablarles acerca de la idea de un “palacio de caminos jamás trazados”. […] Mi idea siempre fue construir un palacio de caminos jamás trazados. Hay varias razones por las cuales los proyectos jamás se realizan, y más si se tratan de proyectos excitantes que cumplen con este potencial transformador para cambiar a la sociedad.
Un proyecto puede no realizarse dado que era demasiado grande para realizarse, o demasiado pequeño para hacerse, o simplemente se olvidan, o simplemente son demasiado peligrosos. También pudieron ser censurados --si sólo se pudiera pensar en todos los proyectos del mundo que cada día han censurado. […] No deberíamos jamás olvidar a los proyectos jamás realizados por su peligrosidad. Los proyectos que realmente no se han atrevido a ser, son proyectos que nosotros mismos autocensuramos.
Entonces mi idea --y pienso que podría ser una contribución para un archivo continuamente creciente de ideas peligrosas-- es comisionar a un arquitecto que realmente construya un edificio en el cual dé hogar a todos los proyectos no realizados de artistas, arquitectos, científicos, poetas, etc., de todo el mundo. Creo en que algo increíble puede suceder si los juntas en un solo espacio y los tienes, de algún modo, reunidos.
De algún modo, este reencuadre en el arte es lo que permitirá descubrir el secreto de una realidad más allá de la subjetividad. Y parece ser que la mejor manera de cambiar la percepción de un cogito (y por tanto, de una civilización) es a través de la alteración de la lucidez, la perspicacia, de la creatividad en las ideas. Podríamos inclusive decir que el secreto del cambio a la libertad se genera a través de estos metamensajes que no tienen palabras, sólo sensaciones...
Twitter de la autora: @deixismj