A poco más de una década de que Facebook comenzó a operar, la cantidad y profundidad de las implicaciones culturales que esta red social ha tenido es más que sorprendente. Lo que inició como una divertida herramienta para retomar contacto con personas que la vida había distanciado, para apoyar causas en común o para "conocer mejor" los gustos de otros relativamente cercanos a nosotros, terminó convirtiéndose en una fábrica de hábitos culturales cuyos efectos, ya visto en retrospectiva, generan bastantes dudas.
Dejando a un lado la nula ética que se ha cansado de demostrar esta compañía y otros aspectos un tanto nefastos que acompañan su uso periódico, en esta ocasión hablaremos de un fenómeno puntual alrededor de Facebook, los "amigos". Esta etiqueta, cuyo valor a lo largo de la historia humana ha sido incuestionable, se vio un tanto desvirtuada desde que Zuckerberg decidió utilizarla para definir las relaciones que se entablarían dentro de su comunidad virtual.
De pronto las personas comenzamos a tener 100, mil o 3 mil amigos, cuando hasta hace unos años era absurdo siquiera pensar en una veintena de amistades. Evidentemente no se trataba de una súbita explosión de amor entre los hombres o que de pronto reimaginamos al prójimo como genuino amigo. Lo que ocurre es que el fenómeno Facebook comprobó tener tal injerencia cultural que incluso afectó semánticamente nuestra vida. Tal vez términos como "me gusta", "amigo" o "compartir" no serán ya nunca los mismos, pero en caso de que esto se cumpla, entonces tal vez tengamos que replantear el significado de los mismos.
A propósito de lo anterior el recientemente fallecido Nobel de literatura, Günter Grass, cuando fue cuestionado sobre Facebook durante una entrevista en 2013, comentó que él simplemente advertía a sus nietos: "Alguien que tiene 500 amigos en realidad no tiene amigos". Grass, además de esta burla contra "el mundo según Facebook", se caracterizó por ser un férreo crítico de las relaciones en línea y de la perpetua disponibilidad de las personas vía dispositivos móviles.
El problema --que mucho indica que sí lo hay-- es que demos a nuestra vida digital un valor sobrado. Nos referimos a qué tanto peso emocional o social le das tus "amigos" en Facebook, a las proyecciones que cada usuario vende en las redes sociales sobre sí mismo o sobre su vida (generalmente acompañadas de vistosas fotografías con escenarios alegres) y en general a los valores que promueven los estándares narrativos de estos canales. ¿Te hace más feliz acumular amigos? ¿Te entristece perder seguidores? ¿Tu vida te parece menos grata cuando constatas la virtual felicidad que florece en las fotos vacacionales del otro? ¿Te sientes más gorda luego de ver las despampanantes imágenes que acertadamente publicaron tus "amigas"?
Independientemente de la respuesta a las preguntas anteriores, valdría la pena de vez en cuando recurrir al mantra espontáneo cortesía del Sr. Grass: "Alguien que tiene 500 amigos en realidad no tiene amigos", y esto tal vez te ayude a redimensionar el peso que das a tu vida virtual.
Y tú, ¿cuántos amigos tienes?