EL fotógrafo Walter Schels estaba aterrorizado de la muerte. Tanto que, cuenta, se rehusó a ver a su madre después de que murió. Toda su vida se dedicó a la publicicdad y a tomar retratos de políticos y artistas y animales hasta que, en 1975, le pidieron documentar el nacimiento de un bebé y su rumbo cambió.
“Ahí es cuando vi el rostro de un recién nacido por primera vez. Pero no era un ser sin rostro; tenía una antigua, sabia mirada con un pasado”.
Desde entonces Schels se enfocó en los rostros y en observar la existencia humana en condiciones extremas. A los 70 años de edad decidió encarar a la muerte y creó un extraño y hermoso proyecto que consistió en retratar a individuos antes y directamente después de la muerte. Sus retratos en blanco y negro son una confrontación clínica con lo desconocido. Las imágenes se presentan una al lado de la otra (antes/después), acompañadas de pequeños recuentos del fallecido justo antes de morir.