Desde el punto de vista de figuras diminutas, el cuerpo humano puede ser cualquier cosa que se nos ocurra. El abdomen un mar, el ombligo un agujero de pesca, la espina vertebral un camino de arena, el torso un campo de golf y las costillas, algunas, el armazón de un antiguo buque.
A partir de esta reflexión, o mejor dicho proyección, emerge la serie de fotografías Bodyscapes, del fotógrafo autodidacta Allan Teger. El autor transforma el cuerpo desnudo de hombres y mujeres en parques recreativos y deliciosos paisajes. Los lugares toman forma con las curvas naturales del cuerpo para representar el territorio donde pequeños hombres se aventuran y nosotros, los observadores, fantaseamos –dando así una nueva dimensión al concepto de explorar un cuerpo.
Uno de los atractivos de estas fotografías —además de la clara belleza de los cuerpos— es que no están hechas con fotomontaje o doble exposición, sino que fueron creadas por medio de fotografiar juguetes o figuras de personas diminutas directamente sobre el cuerpo humano. En este sentido se trata de una minuciosa y lúdica recreación a escala de escenarios que forman parte del imaginario colectivo sólo que, en esta ocasión, el lienzo de base son cuerpos desnudos.
Bodyscapes confabula una ilusión de aventura para el espectador, una ilusión nueva para mirar al cuerpo como se mira un páramo o una cordillera de montañas. A partir de ver estas fotografías podemos construir puentes virtuales en cualquier lugar del cuerpo que nos parezca conveniente, o de nuestro cuerpo a otro cuerpo, y aventurarnos a cruzar.