La colección más grande de las versiones más pequeñas de las cosas más grandes del mundo

 

En Estados Unidos no son pocas las atracciones turísticas que se presentan con el título de lo “más grande del mundo”, se trate de una botella gigante de salsa Ketchup o de una pelota hecha de ligas elásticas.

Dando un giro irónico e ingenioso a este rasgo cultural estadounidense (también presente en otros países), Erika Nelson fundó el “World's Largest Collection of the World's Smallest Versions of the World's Largest Things Traveling Roadside Attraction and Museum”, un nombre en el que se advierte ya el espíritu lúdico y travieso de su fundadora, que recuerda esos títulos extensísimos al estilo de Jonathan Swift o los pregones con que anuncian a los estelares circenses.

Este, por cierto, puede traducirse como “Museo y Atracción Carretera de la Colección Más Grande del Mundo de Las Versiones Más Pequeñas del Mundo de los Objetos Más Grandes del Mundo”, un juego de palabras que queda explicado por el curioso método que Nelson siguió para montar este recinto. 

Erika viaja por todo Estados Unidos buscando los “monstruos del camino”, construcciones monumentales de los objetos más inesperados sobre los que se documenta con fotografías y una extensa investigación al respecto.

Con esta información comienza entonces el juego, pues el siguiente paso es recrear el objeto en cuestión, “el más grande del mundo” de su tipo, en una miniatura, con las proporciones necesarias para exhibirse en las vitrinas de su museo.

Y el proceso no termina aquí. “Cuando es posible”, dice Erika, “llevo la versión más pequeña junto a su paternal objeto más grande del mundo, tomando una metafotografía del grande con el pequeño”.

El resultado es un interesante cruce de reflejos y proporciones que genera una especie de paradoja turística donde, sorpresivamente, el mundo parece caber en un estante.

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