¿Los vagabundos son bellos?

La belleza es una cuestión que no compete ni a abogados ni a indigentes y, tal vez por eso mismo, que una defensora legal de vagabundos se pregunte si son bellos, es importante. O al menos, inédito.

Osha Neumann, que se dedica a encontrar las lagunas de la ley para estrujar dentro a sus clientes y convencer a jueces de que aunque duerman sin un techo siguen cubiertos por la constitución, se preguntó si los vagabundos son bellos.

No argumento en corte si los indigentes son o no bellos. No es algo de lo cual un juez vaya a dar un veredicto. Sin embargo, los juicios estéticos acerca de las personas que no tienen casa siempre están en la mezcla, desapareciendo en una multitud de juicios sobre su higiene, su criminalidad y el riesgo que pueden o no representar para la salud de la sociedad, el bienestar y la prosperidad económica.

¿Los vagabundos son bellos? La respuesta generalmente es no. No lo son.

No es sorprendente que, al analizar el resultado de esta extraña mezcla de términos –belleza e indigencia, todo indique que no van de la mano. Pero lo interesante es por qué. “Porque son invariablemente sucios”, dice Neumann.

“Sucio”, “marrano” y “puerco” son algunas de las ofensas más comunes de la sociedad para desdeñar a alguien. “La suciedad es degeneración moral. Es insana y fea. Como el excremento. Si está en la calle, hay que limpiarla. Así la calle será bella de nuevo”, observa la abogada. Las metáforas sobre la limpieza abundan en nuestra ideología moderna occidental, y ello es la clave para ni siquiera considerar que un indigente pueda ser hermoso. Alguien que vaga las calles representa, más bien, una ofensa grave y directa al lifestyle de una sociedad.

Los vagabundos son constantemente citados por lo que llamamos ofensas de “calidad de vida”: bloquear la banqueta, atravesarse en escalones de iglesias, quedarse en el parque después de la hora de cierre, etc. etc. […] No puedo evitar sentir que su ofensa subyacente es que violan el sentido de orden de la sociedad, no como “la ley y el orden”, sino un orden que la gente percibe como atractiva, cómoda y ultimadamente bello.

El concepto de belleza es un gran tirano en la sociedad en que vivimos. Las mujeres son tiranizadas por él, sometiéndose a cirugías plásticas y dietas estruendosas y los indigentes, aunque indiferentes a él, son convertidos en seres invisibles mediante un pequeño acto de voluntad, porque no son bellos. Porque la pobreza es fea. Y aunque lo evidente es que por supuesto que hay belleza en la indigencia –una mucho más cercana al camino y a la libertad de no ser propietarios de nada más que de la humanidad propia en diálogo con el entorno, "¿qué responderían los vagabundos ante la pregunta: ¿Los vagabundos son bellos?”, se cuestiona Neumann: “Mi apuesta es que les parecería ridículo”.

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