Desde que en México el narcotráfico se convirtió en una forma de vida común, la manera en que las personas perciben su vida ha cambiado drásticamente. Si antes los grandes capos de las drogas estaban inmersos en narcocorridos y en algunos códigos parecidos a los de las mafias italianas, desde el inicio de la fallida guerra contra el narcotráfico los niveles de violencia se aceleraron a niveles espeluznantes.
Sobre el anterior, y algunos otros temas como la obstinación de las multinacionales por la incorporación del maíz transgénico o la espera eterna de las madres centroamericanas que buscan a sus hijos perdidos en el tránsito por intentar cruzar a Estados Unidos, ¿cómo influyen estos fenómenos en la sociedad mexicana y su identidad?
El colectivo Lapiztola (en un evidente juego de palabras que alude a un lápiz-pistola), creado por Rosario Martínez y Roberto Vega, ha llenado las calles de la ciudad de Oaxcaca con esténciles que dibujan los sentimientos de una sociedad en shock.
Hombres que gritan de desesperación, los tentáculos de un pulpo omninarcotraficante que desciende sobre ellos; un abrazo a una sombra por parte de una madre centroamericana, o un niño triste en su cuarto y una ventana al fondo que dibuja pájaros que sí pueden salir de casa, son parte de las imágenes de este colectivo.
Los trabajos de Lapiztola han sido exhibidos en ciudades como Londres; se trata de un acervo sensible que detona reflexiones y una ferviente llamada a desacreditar el que la sociedad se acostumbre a una realidad devastadora.
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