Jamás se le ocurrió como probable o posible que el ministro hubiera dejado la carta delante de las narices del mundo entero, a fin de impedir mejor que una parte de ese mundo pudiera verla.
Edgar A. Poe, "La carta robada"
Las agencias de seguridad nacional son instituciones relativamente recientes en el panorama internacional. Derivan de las gestiones altamente especializadas de diplomáticos, militares y aristócratas que controlaron y determinaron el mapa mundial durante siglos, cuyas funciones posteriormente fueron automatizadas por la burguesía naciente a partir del siglo XVIII.
Los servicios de inteligencia, espionaje y contrainformación, además, son una pieza clave en la creación del mundo como lo conocemos; el internet, para no ir más lejos, nació como una forma de compartir información privilegiada y secreta entre los miembros de DARPA. La información es poder mientras exista cierta secrecía en torno a ella.
Siendo así, ¿por qué los cuarteles generales de las agencias de seguridad de muchos países son todo menos "secretos"?
En las películas de James Bond los cuarteles generales de los villanos suelen tener locaciones extravagantes: estar bajo tierra o bajo el agua no es extraño. Como afirma el filósofo Byung-Chul Han, el hambre de transparencia de nuestra era no hace sino esconder las gestiones políticas que se realizan con aparente escrutinio público.
Tal vez el ejemplo más claro sea la sede de la NSA, la infame Agencia de Seguridad Nacional del gobierno de Estados Unidos: la superficie del enorme edificio está cubierta de un material reflejante que no "oculta" propiamente el interior, sino que refleja el exterior; una sutil metáfora de las actividades que tienen lugar en su interior, al igual que un enorme espejo donde se reflejan las comunicaciones de cada máquina conectada a internet en el planeta.