¿Es la muerte lenta del cáncer la mejor forma de morir?

La mayoría de las personas, si uno les pregunta cómo les gustaría morir, dirían: “dormido”. Es decir, de muerte súbita. Nadie responde que le gustaría morir de demencia senil y mucho menos de cáncer, esa enfermedad que ha marcado al mundo de modo tan profundo que su interpretación ha sido usada para interpretar la sociedad misma. Pero he aquí una interesante apología del cáncer, por el doctor Richard Smith.

Hay, como he repetido mil veces, cuatro maneras de morir: la muerte súbita; la muerte lenta y larga de la demencia; la subibaja muerte del fallo de órganos, donde es difícil identificar el declive final y los doctores se ven tentados a seguir tratando por demasiado tiempo; y la muerte de cáncer, donde puedes colear por un buen rato pero descender usualmente en cuestión de semanas. El suicidio, asistido o no, es una quinta, pero dejaré eso a un lado por ahora.

Smith continúa diciendo que morir súbitamente sea quizá la menos traumática de las muertes para la persona que muere. Al mismo tiempo, una muerte súbita es casi seguramente la más traumática de todas para los seres queridos:

Puede ser demasiado fuerte para los que te rodean, particularmente si dejas una relación lastimada y sin sanar. Si quieres morir súbitamente, vive cada día como tu último y asegúrate de que todas las relaciones importantes están en buenas condiciones, tus asuntos en orden e instrucciones para tu funeral escritas limpiamente en un cajón a la mano; o quizá mejor en Facebook.

Smith dice que la muerte por demencia sería probablemente la peor, aunque a medida que pasa tu identidad se habrá debilitado tanto que morir “podría ser igual que un suave beso”. El fallo de órganos te pondrá en el hospital a mano de doctores. Smith desconfía de los esfuerzos médicos para prolongar una vida condenada.

Y luego está el cáncer:

Así que la muerte por cáncer es la mejor… Puedes decir adiós, reflexionar sobre tu vida, dejar últimos mensajes, quizá visitar lugares especiales por última vez, escuchar tus piezas de música favoritas, leer poemas queridos y prepararte, de acuerdo a tus creencias, a conocer a tu creador o disfrutar del eterno olvido.

Esta es, lo reconozco, una perspectiva romántica de morir, pero es realizable con amor, morfina y whisky. Pero aléjate de oncólogos sobreambiciosos, y dejemos de gastar billones tratando de curar el cáncer que potencialmente nos dejará morir una muerte mucho más terrorífica.

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