Con la consagración del new age como un alter credo masivo, complementado con la popularización y abuso de las tradiciones místicas orientales, a veces dan pocas ganas de escribir o leer sobre los conceptos y creencias que provienen de ese río originalmente precioso.
Pero, por otro lado, no deja de resultar estimulante y, con un poco de suerte, útil sumergirnos ocasionalmente en algunas de estas premisas, que actúan como recordatorios más que pertinentes para catalizar la eufórica actualidad en la que vivimos.
Uno de estos casos es el wu wei, un precepto chino que, fiel a su naturaleza paradójica, detona un cortocircuito en la racionalidad occidental (post-cartesiana). De origen taoísta, el wu wei se refiere al acto de “no hacer”, aludiendo a una especie de prístina neutralidad que, a cambio, te permite fundirte con un todo esencialmente incluyente (del cual nos separamos por la intrincada serie de ilusiones emocionales, culturales, racionales que protagonizamos).
Para muchos de nosotros resultará casi imposible entender o penetrar este concepto en primera instancia. Y es que, tal vez, se trate precisamente de eso: un detonador diseñado para desestabilizar el tradicional pensamiento silogístico y a partir de ello extender la panorámica (o, más allá, ser uno con ella). En este sentido el wu wei es uno más de los lúcidos embajadores de Oriente que, aprovechando el modelo de la paradoja, revierten petrificaciones mentales.
En conclusión, el wu wei no es nada que pueda entenderse o explicarse sino que es, exactamente, lo contrario.
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