Conforme avanza la sofisticación de la tecnología, los frutos de esta misión son cada vez más seductores. Hoy los límites de lo viable superan por increíble distancia lo que hasta hace unos pocos años parecían barreras infranqueables. La ingeniería genética, las neurociencias, la robótica y otras disciplinas similares han alcanzado entrañas que por momentos parecen superar incluso las fronteras de nuestra comprensión. Es más, quizá hemos llegado a un punto en el que el desarrollo científico rebasa, por unos cuantos pasos, nuestro propio entendimiento. Y esto sugiere un escenario tan estimulante como amenazador.
En una entrevista reciente con la BBC, el popular científico británico Stephen Hawking fue categórico al advertir los peligros que implica el actual desarrollo de inteligencia artificial: "el desarrollo de inteligencia artificial profunda pondría conjurar el fin de la raza humana".
En sintonía con el Frankenstein de Marry Shelley, historia que ilustra el acto de crear algo más allá de nuestra comprensión que, por esa razón, termina saliéndose de nuestras manos, exactamente lo mismo podría ocurrir con la inteligencia artificial. Por ahora existen brillantes científicos dedicando su tiempo y energía creativa a programar inteligencias computarizadas que en cualquier momento podrían reclamar su autonomía y superarnos. Las implicaciones de esto, aunque nadie las conoce c0n certeza, podrían ser ciertamente cataclísmicas.
El principal peligro, de acuerdo con Hawking, no es simplemente que en algún momento estas mentes artificiales se independizaran de sus creadores, sino que tras hacerlo fuesen capaces de rediseñarse para cortar el cordón umbilical que los une a nosotros, y una vez que alcanzaran su completa autonomía y un funcionamiento incluso incomprensible para el ser humano, aprovechar su carácter atemporal. Recordemos que dentro de la naturaleza relativa del tiempo, las maquinas, a diferencia de las personas, no están sujetas a la linealidad biológica (y cultural) que nos caracteriza. Y en ese plano sería imposible equiparar nuestra evolución con la suya.
(La inteligencia artificial) se iría por su propia cuenta, y se rediseñaría a un ritmo acelerado. [...] Los humanos, que estamos limitados por una evolución biológica lenta, no podríamos competir, y seríamos superados.
No deja de ser curioso que quien afirma lo anterior es capaz de hablar, a causa de un desorden degenerativo que padece, a través de una voz artificial que facilita un sofisticado programa provisto por la compañía Intel. Por otro lado, y aunque sea una advertencia poco novedosa (el peligro que rodea a la inteligencia artificial ya ha sido largamente imaginado y discutido), se agradece que una "celebridad" científica nos recuerde que muy probablemente, en este afán de sofisticación tecnológica, no nos hemos tomado la molestia de reflexionar a dónde queremos llegar realmente.