La tensa situación política entre el gobierno chino y el Tíbet no se beneficia del turismo. Según la asociación Tibet Watch, la propaganda china representa a los tibetanos como una raza inferior, al mismo tiempo que promueve un turismo descontrolado que en la primera mitad de 2013 alcanzó los 12.9 millones de visitantes, lo cual excede a la propia población del Tíbet (3.4 millones).
Y es que la "disneyficación" del Tíbet por parte de los turistas ha alcanzado un grado de obscenidad impresionante: tratan a la población nativa como piezas de museo, trepan en estatuas sagradas e incumplen protocolos de visita a sitios sagrados con regularidad, transgresiones que Tibet Watch ha recogido en el reporte Culture Clash: Tourism in Tibet.
Imágenes como estas han sido recabadas de blogs de turistas chinos, y los expertos no cuestionan su autenticidad: cualquier visitante del Tíbet puede constatar que la falta de respeto a los símbolos y sitios sagrados por parte de los turistas chinos no es una excepción aislada.
Tom Grunfeld, especialista en historia tibetana de la State University of New York afirma que los turistas chinos "no muestran ningún respeto, por ejemplo, al apuntar sus cámaras en el rostro de los lamas". Esta situación no se presenta solamente en el Tíbet. El año pasado, un adolescente chino rayó su nombre en un templo egipcio de 3 mil 500 años de antigüedad, y en Taiwan, una madre permitió que su hijo defecara en el suelo de un aeropuerto, lo que forzó a las autoridades chinas a emitir una ley de turismo, para tratar de controlar las faltas de respeto de sus ciudadanos en el exterior.
Pero según Grunfeld, "el gobierno [chino] no ha hecho ningún esfuerzo para ayudar a los chinos a entender o respetar a los tibetanos ni a su cultura". Para Tibet Watch, "la propaganda del gobierno en el caso del Tíbet es muy negativa, y creemos que está llevando a la gente a ver a los tibetanos de manera negativa".
A decir de Grunfeld: "El punto es que [los tibetanos] sienten que su cultura y su idioma están en peligro". Los tibetanos siguen sin tener libertad de tránsito en su propio territorio, mientras los chinos tienen libre acceso. Es por ello que los tibetanos "se sienten como ciudadanos de segunda clase", concluye Grunfeld. "Es similar a los afroamericanos en los Estados Unidos antes de los 60".