Entre el gourmet lúdico y la fanfarronería, algunos foodies londineneses pusieron de moda hace un par de años el consumo de polvo de espárrago a la manera usual en la que se esnifa la cocaína. Esta tendencia conjuga la "comida molecular" con un aspecto teatral, tecnoemocional que se imprime a los alimentos, en este caso hacerlos sucedáneos de las drogas, una fantasía sana. La empresa que creó este particular microplatillo --síntesis de nutrientes, comida de astronautas o ejecutivos demasiado cosmopolitas-- se llama Bubble Food (una burbuja en la economía culinaria).
Más allá de lo pretencioso o ridículo que suena inhalar ciertas verduras --y pagar por ellas como si fueran cocaína-- cuando seguramente es mejor disfrutarlas al vapor o con salsas (los buenos yonkis saben que la vía de administración es parte fundamental de la experiencia de una droga), hay algo que vale la pena rescatar de esta tendencia. Los usuarios del "espárrago" reportaban sentir un cierto bienestar --más allá del high simulado-- y esto fue lo que llevó a que este fructooligosacárido fuera la verdura de preferencia. Tal vez porque el espárrago es una "superfood", en tanto que es un alimento prebiótico, predilecto de las bacterias comensales que fermentan cierto tipo de carbohidratos y producen ácidos grasos de cadena corta como la acetona y el butirato, los cuales son importantes para el funcionamiento del cuerpo y el control de la inflamación. De manera indirecta, podemos decir que los espárragos son nootrópicos. La fibra de estas verduras alimenta a ciertas bacterias que ayudan al cuerpo a producir neurotransmisores como Gaba, dopamina y serotonina.
Existen estudios científicos que han encontrado propiedades antidepresivas y adaptógenas en los espárragos. Por otro lado su consumo puede alterar el olor de la orina, lo cual puede ser un problema si se practican, en fiestas orgiásticas inhalando vegetales, los llamado "baños dorados".
Aunque suene un poco a "pasarse de la raya", existe otro ejemplo de uso de prebióticos como una sustancia psicoactiva. Se trata del almidón resistente tipo 2, el cual puede encontrarse en los plátanos verdes, en las papas frías y en otros alimentos (así como en seudoharinas como el famoso Bob's Unmodified Potato Starch). Este almidón no se digiere y se convierte en alimento de bifidobacterias (las bacterias estrellas del microbioma). Lo que es interesante de esto es que uno de los efectos de consumir este potente prebiótico es que genera intensos sueños. Una moda entre la comunidad paleo y los seguidores de la ciencia del microbioma que, más allá de esta tendencia, parece tener una base científica.
Como muestra este fascinante post de Mr. Heisenbug, los ácidos grasos de cadena corta modulan la expresión de ciertas proteínas citocinas, incluyendo interleucinas asociadas con el sueño REM, por lo cual hay un mecanismo de acción plausible para explicar casos como este.
Los prebióticos, junto con los probióticos, son parte de un binomio que no sólo entregará nuevas medicinas y formas integrales de lidiar con problemas de salud en los siguientes lustros; también configurará una plantilla de nuevas drogas de diseño --los psicobióticos-- específicamente desarrolladas para navegar nuevas realidades y aumentar las funciones cognitivas.