Brittany Maynard, de 29 años, fue diagnosticada con un tumor cerebral, y los médicos estimaron que le quedaban 6 meses de vida. Pero en lugar de atravesar por la dolorosa quimioterapia, Maynard decidió aprovechar su calidad de vida y administrarse una sobredosis de medicamentos de prescripción el 1 de noviembre de este año, en su casa, en compañía de su familia y seres queridos.
“Luego de meses de investigación, mi familia y yo llegamos a una conclusión dolorosa. No existe un tratamiento que pueda salvar mi vida, y los tratamientos recomendados destruirían el tiempo que me queda”, dijo Maynard en un comunicado.
“Dado que el resto de mi cuerpo es joven y sano, tengo posibilidades físicas de resistir por mucho tiempo, aunque el cáncer se esté comiendo mi mente.”
Maynard y su esposo comenzaron a investigar sobre alternativas de eutanasia y muerte con dignidad. Decidieron mudarse de San Francisco, California, al estado de Oregon, uno de los cinco estados de Estados Unidos que adoptaron legalmente la muerte digna. Desde 1997, 750 personas han recibido medicamentos por vías legales para terminar con su vida.
“Toda mi familia ha pasado por un ciclo devastador. Soy hija única –creo que voy a llorar. Para mi madre es realmente difícil, y para mi esposo también, pero todos me han apoyado porque han estado antes en cuartos de hospital, y escuchado lo que podría ocurrirme”.
Sin embargo, la joven no se identifica como “suicida”: “He tenido los medicamentos conmigo por semanas. No soy suicida. Si lo fuera, me los habría tomado hace mucho tiempo. No quiero morir. Pero estoy muriendo. Y deseo morir en mis propios términos”.
Dentro de las luchas sociales y las discusiones sobre el tipo de derechos que necesita desesperadamente nuestra sociedad, el derecho a la muerte digna suele ser uno de los menos mencionados, tal vez porque preferimos no pensar en la muerte en vez de enfrentarla con responsabilidad. Tal vez creemos que la muerte es simplemente perder el cuerpo, pero sin importar a dónde vayamos o lo que ocurra después, enfrentar ese momento ha sido siempre la actitud filosófica por excelencia, al igual que un importante centro de debates entre disciplinas espirituales. Pase lo que pase moriremos, eso es inevitable; pero mientras estamos muriendo, podemos poner en la balanza si importa más la vida que la muerte. Y al elegir la muerte, de algún modo, Maynard eligió la vida.