Licor de absenta: ¿hada, musa o veneno? (FOTOS)

 

Antes de que el peyote, la ayahuasca y las plantas de poder irrumpieran en la cultura popular a mediados del siglo XX, una bebida legendaria extendía el rumor de sus místicos efectos. Poetas como Charles Baudelaire y Paul Verlaine fueron grandes aficionados a la bebida, y pintores como Édouard Manet o Pablo Picasso retrataron al bebedor solitario de absenta frente a su vaso en actitud contemplativa.

Rimbaud dijo de la bebida que era "la artemisa de los glaciares", pues el ajenjo abunda en Val-de-Travers, una región suiza que se disputa con otras el origen del licor.

A finales del siglo XIX, las 5 de la tarde era "la hora verde", y los salones y cafés de París se llenaban con escritores y artistas que despachaban generosamente el poderoso bebedizo. Su enigmático verde le valió también el apodo de "hada verde". En Moulin Rouge, Baz Luhrman hace una caricatura entretenida de la Belle Époque parisina, donde el hada verde es representada por la estrella pop Kylie Minogue.

El ritual asociado a la bebida también es considerable, todo un apparatus, en la acepción que tenía la palabra para los magos del teatro de la época: un vaso de cristal, cucharilla metálica, cubos de azúcar, dosificadores de agua helada y fuego: toda una alquimia elemental por la que las gotas de dulzura impregnan el amargor de la bebida.

El Museo virtual de la absenta (en francés) aporta muchísimos más ejemplos de la cultura en torno a esta fascinante bebida.

En su poema "El veneno" (incluido en Las flores del mal), Charles Baudelaire se refiere a sus paraísos artificiales. Es fácil identificar la caracterización que hace el poeta de la absenta:

Revestir sabe el vino los más sórdidos antros
de un milagroso lujo,
y hace surgir más de un pórtico fabuloso
entre el oro de su rojo vapor,
como el sol que se pone en un cielo nublado.
 
Agranda el opio aquello que no tolera límites,
lo ilimitado alarga,
el tiempo profundiza, los deleites ahonda,
y de placer triste y oscuro,
anega y colma al alma rebosada.

Mas todo eso no vale el veneno que fluye
de tus ojos, de tus verdes ojos,
lagos donde mi alma tiembla y se ve invertida...
Llegan mis sueños en tropel,
para abrevar en esos dos abismos amargos.

Mas todo eso no vale el prodigio terrible
de tu mordiente saliva,
que sume en el olvido a mi alma impenitente
y, el vértigo arrastrando,
la trae desfallecida a orillas de la muerte.

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