Desde hace un par de meses el Ébola irrumpió con notable fuerza en la escena mundial. La detección de nuevos casos en geografías inéditas fue suficiente para que cientos de medios, especialistas y organizaciones levantaran voces de alarma alrededor de este virus letal. A pesar de que los medios somos con frecuencia alarmistas y que en muchas ocasiones se sobredimensiona una situación buscando, de manera consiente o no, hacerla más llamativa, reportes liberados hoy por parte de distintas instituciones, entre ellas la Organización Mundial de la Salud (OMS), revelan un panorama potencialmente escalofriante.
A manera de resumen podríamos destacar que los nuevos reportes sugieren una tasa de fatalidad de 70.8%, es decir que siete de cada 10 personas que contraigan este virus morirán, y la posibilidad de que, en el peor escenario, se registren 1.4 millones de nuevos casos durante los próximos cuatro meses –esto tan sólo en Liberia y Sierra Leona.
De acuerdo con la OMS, cuyo reporte completo puede consultarse aquí, hasta ahora se han infectado más de 5,800 personas, mientras que 2,800 han muerto por esta causa. Sin embargo, se estima que los números reales podrían superar por mucho a los oficiales, ya que muchos casos no se reportan. Además, los casos oficiales podrían cuadruplicarse en tan sólo un mes, lo cual indica la preocupante velocidad con la que se está propagando esta enfermedad. Si bien Guinea, Liberia y Sierra Leona concentran la gran mayoría de los casos, afortunadamente en Nigeria y Senegal la situación parece haber sido ya controlada.
Históricamente, el primer caso reportado de Ébola ocurrió en 1976, en lo que actualmente corresponde a la República Democrática del Congo. Desde entonces su aparición ha sido intermitente pero constante, con brotes entre cada tres o cinco años, registrados en diversos países de África y Filipinas. Durante este último brote, cuyo paciente cero podría ser un bebé de dos años radicado en Guinea y que murió en 2013 a causa del virus, se detectaron dos casos de médicos estadounidenses infectados, quienes estaban en contacto con pacientes en África y que ya fueron dados de alta.
Esta situación, el hecho de que en casi cuatro décadas no se haya inhibido por completo la recurrente reaparición de este virus, ha suscitado severas críticas no sólo en contra de los organismos internacionales de salud sino, sobre todo, contra la industria farmacéutica Los críticos aseguran que el Ébola se ha descuidado porque hasta ahora había afectado exclusivamente a la población africana, la cual, considerando sus escasos recursos, no representa un potencial mercado para el Big Pharma y por lo tanto no merece ser atendida.
Escenarios como el de este nuevo brote de Ébola actúan como recordatorios de, por un lado, la mercantilización de la salud y cómo la industria favorece flagrantemente a los sectores que representan un negocio y, por el otro, de que debiesen existir normas más estrictas para garantizar que el criterio definitivo por el cual se rigen los avances médicos y farmacéuticos sea el cuidar la salud del ser humano, sin distinciones, y no las ganancias económicas en las que una enfermedad o epidemia pueda traducirse.