¿Será la escuela?
Ya me gustaría. Nadie se ruboriza porque en el mundo digital las aplicaciones nos exijan la actualización. Es normal. Lo vemos normal. Y si no nos actualizamos, simplemente se traba, deja de funcionar, queda obsoleto y se muere.
Y esa actualización no es debatida infinitamente por todos los usuarios y negociada en foros interminables que tienden a cero. Un grupo inteligente, ligado mediante un sensor también inteligente a los usuarios y su uso, genera todo el tiempo actualizaciones, que son en rigor de verdad –no vamos a engañarnos-- modificaciones siempre y algunas veces, también transformaciones. Todo sin escándalo y sin opción.
Si no, se traba.
O vienes o te quedas. O vamos o te quedas. Y desapareces.
Upgrade sobre upgrade van escalando y el Safari de entonces poco tiene que ver con el de hoy, ni Youtube, ni WhatsApp, ni los otros. Y un buen día le agregan voz y va con voz para todos… o se traba.
Pero nosotros los educadores no operamos así. Antes de admitir o no que le agregaremos al mensaje de voz, abrimos el debate, escuchamos los mil y un (que quiere decir los infinitos) argumentos para al final ya no saber ni qué queríamos, ni para qué y, sobre todo, ya no tener ni ganas de agregarle voz. Nos preguntamos mil veces si la voz es realmente necesaria; si contribuye con el proceso comunicacional en juego; si todos los usuarios sabrán usarla; si no distrae la atención; si no habría que hacer antes una capacitación de los usuarios (600 millones hoy en WhatsApp) para que aprendan a usar mensajes de voz dentro de la aplicación; si no hay contraindicaciones por el impacto sobre los sordos, los mudos, los que no ven de cerca, mi abuela, los bebés y los animales en general; si no habría que esperar un poco; si no habría que dejar que cada uno escoja si desea o no la actualización, y cuándo y cuál y de qué color y con qué tipografías… Y así logramos que no haya actualizaciones.
¿Alguna vez recibiste un mensaje de actualización escolar?
¡En el mundo educacional no hay actualizaciones!
…Por eso no se traba. Por eso no avanza. Por eso está muerto.
Discutimos la presentación de actualizaciones y discutimos mucho más –hasta lo inaudito-- que traben lo que ya había. Nos resulta insoportable pensar que algo o alguien o unos cuantos nos podrían obligar a actualizarnos, aunque tuvieran razón. Nos desesperaría quedar obsoletos y fuera de ecosistema. Nos indigna que nos crean incompatibles.
Dos culturas. Muchas veces, las mismas personas que en un contexto aceptamos y gozamos del vértigo de la transformación y de la innovación en otro las negamos, indignados y sindicalizados. Nos disociamos para proteger un tótem. Nos ridiculizamos para sobrevivir de recuerdos. Nos inmolamos para no ceder en nuestra mezquina lógica del poder. “Escolarizados”, somos primates.
Queremos que la escuela siga siendo la que es y la que fue. Nos imponemos –violentamente, si es necesario-- para que nadie se nos imponga. Estamos decididos a seguir imponiéndonos.
¿Quiénes? ¿A quiénes?
Los maestros del saber, los viejos lobos de mar del mundo erudito, a los alumnos, a las nuevas generaciones, a ellos, los que siguen, a los que vienen.
Prueba, si no. Echa un reactivo eficiente en cualquier situación escolar suficientemente institucional y mira qué sucede. Te acordarás de mí.
(Di, por ejemplo, que no encuentras razonable tanto esfuerzo de la escuela por normalizar la ortografía de los alumnos; o di que no te parece importante la caligrafía; o di que el saber está vivo y abierto y la verdad no es su mejor síntesis; o di que te gustaría ver a tu hijo equivocarse en paz y olvidarse sin pena…).
Se te vendrán encima. Aún los tímidos emergerán de sus sombras para atacarte, quitándote entidad moral para hablar y poniéndote en el lugar del imputado. Serás aciago protagonista del momento. Virarás foco. Estarás solo, o casi solo. Padres, madres, autoridades y maestros te acosarán. No saldrás con vida. Los lugares comunes te caerán encima y te sepultarán. Pesan como piedras. Intentarás defenderte con armas nobles, pero no podrás. Serás agresivamente desactivado.
No vaya a ser que quieras actualizarlos. No fuera a ser que de pronto, como por arte de magia, lograras trabarlos. (Ni se te ocurra decirles que te encantaría crear una actualización escolar compulsiva –como un IOSx/escuela-- incompatible con sus antecedentes, que trabara todo lo que había antes.) Te comerán antes de cualquier probabilidad.
No lo intentes. Antes preparémonos mejor.
Twitter del autor: @dobertipablo