La idea de vida como “élan vital” supone que existe un elemento casi palpable, casi evidente, casi físico, que separa a los seres vivos de aquellos que por perderlo mueren. Como el “soplo” que el Dios del Génesis insufló a la arcilla con que moldeó a Adán para darle vida, así también podemos creer que existe algo en nuestro interior que anima la materia pero también la trasciende. Espíritu, alma, identidad; sus nombres son muchos, pero al final todos hablan de lo mismo: ese elemento único que nos hacer ser y, además, nos hace ser quienes somos.
Desde esta perspectiva, hace unos años el fotógrafo Walter Schels se dio a la tarea de capturar imágenes de personas agónicas, mujeres y hombres que se debatían entre la vida y la muerte y al final sucumbieron, abandonando este mundo. ¿La fotografía puede capturar esa diferencia de estados? ¿Se puede decir algo sobre el gesto con que muere alguien, la última mirada que ofrece?
No lo sabemos bien, pero sin duda se trata de un trabajo elocuente, un tanto siniestro quizá, inquietante ante ese enigma que de tanto en tanto nos asalta: la muerte.
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