Es que el sexo no es para gente escrupulosa. El sexo es un intercambio de líquidos, de fluidos, de saliva, aliento y olores fuertes, orina, semen, mierda, sudor, microbios, bacterias. O no es. Si sólo es ternura y espiritualidad etérea entonces se queda en una parodia estéril de lo que pudo ser.
Pedro Juan Gutiérrez, Trilogía sucia de la Habana
Desde hace ya varios años, las máquinas de resonancia magnética son un instrumento imprescindible de la investigación médica, quizá con mayor asombro en la neurociencia, especialidad cuyos descubrimientos y conclusiones llegan muchas veces por la observación del cerebro humano que puede realizarse en dichos dispositivos.
En términos generales, las máquinas de resonancia magnética utilizan un campo magnético intenso y pulsos de ondas radiales para manipular los protones de hidrógeno del cuerpo humano; cuando la emisión de radiofrecuencia se detiene, los protones re-emiten energía, con lo cual revelan su posición, que a su vez se traduce en una imagen por resonancia magnética.
Recientemente, el sitio Vox dio a conocer este video en el que se observa una de estas máquinas en acción pero no en un procedimiento médico, sino en actividades comunes y corrientes: beber un jugo, tocar un corno, un beso entre dos personas (una de ellas muy, muy excitada) e incluso una relación sexual.
El objetivo es, en parte, despertar la curiosidad por esa tecnología que a veces pasa desapercibida pero que es más importante que la nueva generación de tal o cual smartphone por el que la gente pasa noches sin dormir.
Pero quizá su mayor atractivo sea mostrarnos la vida común desde una perspectiva que a veces olvidamos y que sin embargo es imprescindible para la existencia: la del cuerpo que somos, los pulmones que respiran, el corazón que late, los labios que se comunican con otros labios.