Hace unos meses pudimos apreciar en la ciudad de México la instalación del músico y médico Ariel Guzik, Cordiox, que fue también parte de la Bienal de Venecia. Esta obra, realizada a partir de una mezcla de orfebrería y arquitectura empleando el cuarzo para registrar vibraciones electromagnéticas y traducirlas en sonidos etéreos, nos habla de una corriente en el arte contemporáneo de traducir fenómenos naturales en obras de arte mecánicas o cruzar las fronteras entre medios a través de un mecanismo de sinestesia.
En este tenor podemos insertar el Cloud Piano de David Bowen, parte de L’assaut de la Menuiserie, en Saint Etienne. La obra traduce el movimiento de las nubes y lo convierte en sonidos en un piano. Bowen utiliza una cámara que apunta al cielo y captura en video las nubes que pasan. El video se articula en tiempo real con un aparato robótico que presiona las teclas correspondientes en el piano según el movimiento y la forma de las nubes. "El sonido resultante es generado por los patrones únicos de las notas creadas por las formas etéreas que se acumulan, flotan, fluyen y se disipan en el cielo", dice Bowen de este poético artefacto.
En el pasado, este artista ha implementado esculturas kinéticas con la misma intencionalidad. Antes diseñó una escultura que mimetizaba las ondas dejadas por las olas del mar en la sala de un museo, haciendo una especie de espejo del océano indoors.