La fotoperiodista Cristina de Middel recibe cada mañana, al igual que millones de personas en el mundo, correo basura (spam) en su bandeja de entrada. Y ella, como cualquiera, sabe que existe un botón en su proveedor de correo electrónico que envía ese spam a la bandeja correspondiente, e inmediatamente se enfoca en los mails que le interesan. Pero Cristina, a diferencia de los millones que reciben spam a diario, se dio a la tarea de recrear las escenas descritas en muchos de ellos.
Qué duda cabe de que existe una narrativa del spam: cirugías extremas a millonarios, una joven en un país del tercer mundo pidiéndote que te cases con ella para ayudarla a mejorar su situación a cambio de favores sexuales, un corredor de bolsa que amaneció generoso y quiere compartirte una gran rebanada de pastel antes de que los impuestos lo devoren, filántropos de todo tipo dándote la oportunidad de hacer lo correcto, sin riesgos, desde tu bandeja de entrada, para lo cual sólo te piden algunos datos bancarios, como si fuese un detalle menor de la transacción...
La serie Poly-Spam "busca construir el retrato hablado de quienes los envían", escribe de Middel, "utilizando cada detalle especificado y traduciéndolo a imágenes con especial cuidado en el ambiente dramático del momento específico en el que el email fue enviado".
¿Existen rostros detrás de todas las palabras? ¿O hemos entrado en la época en que los textos automatizados (como las abigarradas traducciones hechas en Google Translate, como si fueran el estilo propio de la escritura robotizada) son tan comunes que hemos dejado de ser capaces de comunicarnos con los demás, a pesar de poseer todas las herramientas para hacerlo? ¿Qué hay detrás de esa urgencia de ganarse la lotería o de recibir una herencia cuantiosa? ¿Hemos pensado que estos mensajes que desechamos con tanta facilidad son las formas textuales que más se han reproducido en la historia de la humanidad, más que la Biblia y que todos los libros impresos?
El spam, ciertamente, no nos dice nada que no sepamos: que la ética en nuestros días es indiscernible de la ganancia. El acto sin garantías, por pura "buena voluntad", como suele decirse, ha quedado cancelado en la práctica; la prueba es que muchos siguen cayendo (phishing) en el anzuelo de la empatía y de la militancia online.
La incomunicación en la era de la información se muestra una vez más paródicamente, extrayendo del imaginario colectivo los arquetipos que pueblan las pesadillas de las computadoras. O algo por el estilo.
El spam original puede leerse (si tal cosa es deseable) aquí.
Twitter del autor: @javier_raya