Este videojuego utiliza información real para simular un universo explorable (el nuestro)

La fascinación por el espacio y la manera de conceptualizarlo ha informado la historia del hombre y su pensamiento. En cierto sentido puede decirse que nuestras matemáticas fueron, además de una herramienta de contabilidad, una manera de entender el espacio que nos rodea y el que rodea a nuestro planeta o, dicho en términos más modernos, ese espacio del que nuestro planeta es sólo un detalle más de un número inimaginable de mundos.

Esta fascinación por el espacio ha tenido un poderoso impacto en las narrativas de todos los pueblos de la Tierra, y como afirma Paul Virilio, si el espacio es la última frontera de exploración humana (sin contar la zona abisal de los océanos, la cual algunos consideran que conocemos aún menos que el espacio exterior), los mapas del futuro serán ecuaciones.

La velocidad de la luz puede dar vértigo.

Pero el advenimiento de la computadora personal en la década de los '80 permitió que algunos problemas referentes al comportamiento del espacio exterior, más allá de las fronteras a las que nuestros aparatos de observación nos permiten acceder, fueran probados en simuladores digitales: programas de computadora no mayores en tamaño a un e-mail promedio de nuestros días.

Elite (1984), de David Braben e Ian Bell, podría ser considerado un pionero de los "mundos abiertos" que son parte del atractivo de juegos como Grand Theft Auto o StarCraft, pues la movilidad del jugador no está regida por limitaciones espaciales ni narrativas (juegos lineales), sino que la exploración es parte del juego. Braben era un adolescente cuando terminó de escribir su juego, que producía simulaciones infinitas de espacio produciendo planetas, estrellas, enemigos y situaciones de combate de naves de manera aleatoria; para "limitar" o dar cierto orden al azar, Braben utilizó la secuencia de Fibonacci para determinar la producción de nuevos escenarios, siempre diferentes, en un pequeño programa que no llegaba a 32kB.

30 años después, Braben ha vuelto a la arena de los videojuegos con una secuela: Elite: Dangerous, financiado a través de Kickstarter; un ambicioso simulador astronómico en donde la secuencia de Fibonacci ha sido sustituida con datos de navegación aeroespacial y mapas interestelares, convirtiéndolo de facto en una especie de Google Streetview para el espacio exterior.

"En el juego", afirma Braben en esta entrevista, "cada estrella en el cielo de la noche está realmente ahí, unos cientos de miles de ellas, y puedes visitar cada una. Incluso las nubes de estrellas que componen la Via Láctea están dentro: unos 4 mil millones de estrellas, sus sistemas planetarios y las lunas están presentes, esperando ser explorados".

Para Floor van Leeuwen, que trabaja en el proyecto de satélites Gaia (con el fin de crear un mapa tridimensional de la Via Láctea) del Instituto de Astronomía de Cambridge, los modelos del espacio --tales como el de Elite: Dangerous-- "han jugado un rol muy importante en la astronomía durante décadas. El tipo de problemas que se encuentra en astrofísica casi siempre está muy lejos de lo que puede representarse a través de simples y limpias ecuaciones".

Para la astrofísica, la ventaja de simuladores como ED es que, más allá de cierto punto, en realidad no sabemos cómo se comporta el espacio. Cuando programaba el cielo de la noche espacial, Braben se dio cuenta de que las estrellas de la Via Lactea parecían demasiado brillantes en comparación con la manera en que se veían desde la Tierra en el mundo "real". A pesar de tomar en cuenta el polvo espacial y materia absorbente, el equipo necesitó incluir en el juego mucho más polvo del que se imaginó en un principio, de manera que la perspectiva desde la Tierra fuese realista: "Parece que nuestro planeta de hecho estuviera dentro de una nube de polvo, que es por lo que la Via Lactea se ve borrosa".

Otra manera de describir la importancia de los videojuegos como ED para la exploración espacial es que permite poner en juego, literalmente, las reglas y supuestos en los que se basan las investigaciones astrofísicas, permitiendo un campo de ensayo y error que es del tamaño del universo mismo. Sin embargo, el verdadero triunfo para Braben, al menos el sentido que para él tiene Elite: Dangerous, es que provoca una sensación de asombro y aventura respecto a objetos celestes que de hecho existen en la realidad: "Si existe alguna aplicación práctica [para el juego], es sobre todo educativa. Pero, más importante, el juego crea la sensación de asombro basándose en lo que realmente está ahí afuera".

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