Para atravesar las enormes distancias del cosmos, las naves especiales deberán convertirse en verdaderas nodrizas de la vida, sistemas vivientes capaces de crear un ecosistema para sus pasajeros. El proyecto Icarus Interstellar, dirigido por un equipo global de científicos desea lograr, para el año 2100, viajar fuera del Sistema Solar en un vehículo tripulado; para hacerlo debe responder a la interrogante de cómo crear un sistema ambiental artificial capaz de soportar vida indefinidamente.
Según Rachel Armstrong, líder del brazo del proyecto Persefone, la idea es diseñar desde abajo hacia arriba: primero crear una ecología que se pueda sostener en un espacio particular y de ahí ir construyendo la nave interestelar. Las ideas van más allá del antecedente de Biosfera 2, o de simplemente reproducir una Tierra; "es necesario reconceptualizar nuestra relación con la ecología".
Mientras tanto tenemos estos diseños que nos hacen pensar en moléculas gigantes flotando en el espacio, animales astrales o máquina orgánicas, por lo menos dando vuelo a nuestra imaginación estética.
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