"Somos estrellas muertas mirando de nuevo hacia el cielo"

 

Las explicaciones sobre el origen del universo han transitado de las metáforas más fantásticas a la evidencia no menos increíble. Ahora, posiblemente, ya no creemos que un ser superior “creó” la realidad en la que vivimos y que observamos pero, en cambio, los descubrimientos astronómicos, físicos y de otras ciencias afines igualmente nos asombran y nos sitúan en un estado de estupefacción, de incomprensión por los procesos que ocurren a cada instante frente a nuestros ojos (y también, muy muy lejos de nuestro horizonte inmediato) y de los cuales usualmente no nos damos cuenta.

¿Cómo se originó el universo? Si la ciencia dice la verdad, hubo un momento en el que el cosmos y todo lo que en él existe se encontraba concentrado en una densa esfera de energía, cuya explosión súbita marca el inicio del tiempo y de la materia; una expansión que continúa hasta ahora y de la cual surgieron los planetas, los asteroides, las estrellas, las hormigas, “una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio”, nuestros cuerpos y todo lo que vemos y percibimos, de la partícula más ínfima a la más inconmensurable.

¿Qué implicaciones tiene esto? Por ejemplo, una que el conocido astrofísico y divulgador de la ciencia Carl Sagan popularizó hace unos años y continúa vigente: que, desde cierta perspectiva, todos somos polvo de estrellas, que las estrellas y nosotros, el mundo en el que nos encontramos y que nos rodea, compartimos una especie de hermandad secreta, cósmica, irrevocable.

“La única cosa en el universo que puede hacer más grande un átomo es una estrella”, dice Michelle Thaller en el video que ahora compartimos. Thaller es astrónoma en el Goddard Space Flight Center de la NASA y ha realizado este video para el sitio The Atlantic; una variación del tema propuesto por Sagan, que la científica aborda desde otro punto de vista: si las estrellas que vemos en realidad no están ahí, entonces somos como estrellas muertas que miran de nuevo al cielo en un anhelante gesto de nostalgia por la forma en la que alguna vez fuimos.

Thaller realiza un rápido recorrido por la historia de los elementos, del hidrógeno primordial a todas las transmutaciones que éste tuvo hasta quedar convertido en el hierro de nuestra sangre o el oxígeno en el interior de nuestros pulmones. Una noción que, con todo lo admirable que es, Thaller lleva a un nivel superior.

La astrónoma plantea lo siguiente: llegará un día en el que el hidrógeno se consuma por completo y entonces muera la última estrella. El universo será entonces un lugar frío y oscuro por el resto del tiempo (“lo que sea que eso signifique”, acota Thaller), lo cual, tan solo de imaginarlo, resulta pesaroso. Un sitio sin vida, sumido en las sombras eternas. Y entonces, Thaller concluye que el Sol brilla, el Sol nos ofrece energía que aprovechamos para nuestro desarrollo; el Sol y otros astros están ahí aún, siendo observados por nosotros, y esto “sólo es un pequeña pieza del universo”, el fragmento más bien ínfimo de una historia que continuará por muchos siglos después de que nosotros también desparezcamos: "Eso nos da un sentido de pertenencia sobre lo maravilloso que es este tiempo, cuán maravillosa es nuestra vida ahora, nuestra vida real, y también cuán maravilloso es este tiempo en el universo".

Desafortunadamente para algunos de nuestros lectores, no encontramos una versión subtitulada del video. Pero nos mantenemos al tanto, por si acaso aparece alguna pronto. Mientras tanto, es posible activar la opción CC que ofrece YouTube.

© 2017 - pijamasurf.com Todos los derechos reservados