Lo que Logan parece haber hackeado es que lo importante no es a qué te vas a dedicar cuando seas grande, sino qué tan sano y feliz estés. Allí, de acuerdo a Logan, reside el gran problema de la educación, y hackearlo depende absolutamente de quién lo haga. De sus tendencias e intereses, de su capacidad de hacerlo. Él parece tener una capacidad y elocuencia muy por encima del puberto común. Pero por otro lado, también parece estar programado para encarnar todas las tendencias y “modas TED” de la actualidad.
Parece hablar de sí mismo como si se leyera (como un lugar común) desde la perspectiva de ojos adultos: “Soy un adolescente”, dice, “y cómo la mayoría de los chicos adolescentes, paso la mayor parte de mi tiempo preguntándome cómo se desordenó tanto mi cuarto por sí solo… o cómo consigo gustarle a las chicas”. Pero, como él mismo apunta en su conferencia, ya era hora de que un adolescente hablara por los intereses de los adolescentes y su educación. En ese sentido, su plática es muy relevante.
Su premisa principal es: “¿Qué pasaría si basáramos la educación en la práctica de estar felices y sanos?”. Y la dirige al público adulto que toma esa gama de decisiones. Logan habla de los contrastes entre un tipo y otro de educación y cómo en el sistema usual se omite la enseñanza de ser felices y estar saludables, los dos elementos más importantes de la vida. Dicho de otra manera: no somos felices porque triunfamos, sino que triunfamos porque antes supimos ser felices.
Hackear la educación es una manera de empoderar al niño a decidir qué lo hace feliz y qué fomenta su creatividad, propuesta que, sin duda, vale la pena atender.