Se habla mucho (y quizá siempre ha sido así) sobre cómo las personas materialistas deberían ser más espirituales, sin embargo, se habla muy poco acerca de cómo las personas espirituales deberían ser más materialistas. ¿No se parece esto un poco a un jardinero que quiere cultivar fruta, pero no quiere lidiar con la tierra? ¿Qué tiene de malo la tierra?
What’s the matter with matter?
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Si pudieras tener un solo deseo, ¿qué desearías? Si pudieras concentrar toda tu energía y atención en un sólo deseo, ¿cuál sería este? Si pudieras dedicar toda tu vida a una sola búsqueda, ¿qué buscarías?
Dicen que la vida es corta, pero si piensas en lo poco que hay por hacer que tenga tras de sí un significado o propósito real, entonces la vida es absurdamente larga. Una mosca vive el tiempo suficiente para poner sus huevos y luego muere. ¿Qué tipo de huevos estamos poniendo que nos tiene que tomar tantísimo tiempo?
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Existen dos tipos de escritura: el monólogo y el diálogo. Está la escritura que es para alguien y está la escritura que existe para describir y ayudar con un proceso interior. Generalmente, prefiero el segundo tipo, pero siempre es un poco de ambos, inclusive cuando es más de uno que del otro.
Últimamente —ya que escribo con más y más frecuencia para otros sitios—-, tomo mi pluma y la primera pregunta que pienso no es: “¿De qué se trata?”, sino, “¿Para quién es?”. Para ser precisos quizá existe una pregunta que deberíamos hacer antes: “¿Por qué estoy escribiendo esto?”.
La respuesta es que existe una transmisión que necesita atravesarme y la cual estoy diseñado para transmitir. Sólo puede venir de mí cuando y si encuentro los receptores correctos, aquellos para los cuales está dirigida la transmisión. La resonancia con aquellos receptores “allá afuera” me permite ser receptivo ante esta transmisión “aquí adentro”. Y sólo entonces lo experimento yo mismo. Las señales de un radio no pueden ser transmitidas a otro al menos que un escucha lo encienda. Hasta ese momento es sólo una caja de apariencia extraña.
Puede parecer que estoy responsabilizando a alguien más por mis acciones. Estoy escribiendo mi primera columna para Pijama Surf y escribo sobre cómo no sé de qué escribir. Pero si el medio es el mensaje, entonces el mensaje también es el medio. Este es mi mensaje para ti, lector: cuando estás abierto para recibir lo que necesitas recibir, la transmisión viene sola. Pero tú no lo sabes hasta que tú también comienzas a transmitir. Así es cómo funciona, al menos para mí.
No existe ningún sonido en el bosque al menos que alguien lo escuche. El teatro de la vida no tiene ninguna audiencia. En el gran experimento evolutivo de la conciencia no hay ningún observador que no participe. No se acerquen a esta columna con las manos vacías (con la cabeza vacía está bien). No esperen recibir algo a cambio de nada. Y recuerden que si llegan a recibir algo, aquí o en cualquier otra parte, es el resultado de lo que cargaron, sin saberlo, dentro de ustedes mismos. Esa es su transmisión.
No escribo esta columna para darles algo que necesitan sino para quitarles algo que no. Lo que ustedes buscan es lo que son debajo de todas las cosas que han acumulado que no les permiten convertirse en lo que realmente son. Una señal en un mundo de ruido.
El único valor de las palabras es dejarlas consumir las palabras que ya las poseen por el tiempo suficiente para que vean que son más que palabras. La palabra no fue el principio de la señal sino su final. La Torre de Babel. Y todo lo que empieza con una palabra, termina con una.
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Como escritor todavía persigo la misma meta que imaginé para mí mismo hace treinta años. Sigo fascinado con las mismas imágenes e ideas que capturaron mi imaginación diez años antes de eso, a los cinco años (principalmente los superhéroes de Marvel). Puede que me haya acercado un poco a la meta (la de ser un artista reconocido, más o menos) en esos treinta años, pero eso no se compara a cuantas veces me he percatado de que la meta es ilusoria. No me refiero solamente a que no conduce a nada considerando mi muerte y la eternidad que le sigue, sobra decir eso. Me refiero a que mientras esté vivo, alcanzarla no resolvería mi descontento interno. De hecho, toda la evidencia sugiere que el éxito sólo aumentaría mi ansiedad.
Basándome en estas observaciones, comienza a parecer que he pasado la mayor parte de mi vida caminando en el agua en vez de nadando —pensando que hay algún “punto final” en el futuro en vez de relacionarme as-is con el momento presente. Mi vida se parece a alguien que, sentado en la sala de espera de un consultorio del dentista, hojea revistas que realmente no le interesan, para matar el tiempo y evitar pensar en el encuentro desagradable que se aproxima.
¡Despierta! Este no es un simulacro. ¡Esta es la vida real y tu casa está en llamas! Ya sea que te sales mientras puedes o te quemas. No hay tiempo para hacer un itinerario de tus cosas: ¡toma tus pijamas y surfea hacia la salida!
Eso me digo a mí mismo; y ahora, ya que tú, lector que surfea en pijama, sacas esto de mí, entonces eso es lo que te digo.
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¿Qué sucede en el momento presente? Además de escribir estas notas, espero a que un tal Terry, un agente de bienes raíces, me llame para discutir una casa que espero comprar en el pueblo en donde vivo. Esto requiere que saque una hipoteca y algunas otras inconveniencias, quizá menores pero que se sienten mayores. Lo que esto realmente significa, en el panorama general, es que estoy echando raíces.
Tener una base sólida en la vida no me parece tan deseable como a la mayoría de las personas. He sido un nómada desde que tenía 17 años. He vivido en una docena de países y quizá tres veces ese número de casas y departamentos, que incluyeron tiendas de campañas, squats, edificios semi-construidos y parques. Pero el tiempo se le acaba a este cuerpo, como se le acaba a todos los cuerpos. Si mi única, y última meta, es no ser un artista exitoso, sino alcanzar la autenticidad absoluta, individualizada, el despertar, la iluminación (las palabras sirven muy poco cuando hablamos de una condición que prácticamente nadie puede describir a partir de una experiencia propia), entonces primero debo estar bien establecido en el mundo. ¿Por qué? Porque hablando en términos prácticos, no puedo perseguir mi meta tan plenamente como me gustaría hasta que lo esté —principalmente porque involucra viajar a Europa y participar en los eventos de Dave Oshana (por ahora al menos)— pero también porque desperdicio una enorme parte de mi energía en “llegar al fin del mes”.
Por otro lado, quizá esta idea —que necesito sentirme materialmente cómodo antes de que me pueda concentrar en la liberación espiritual— es la raíz de la ilusión en la cual las búsquedas espirituales y las materiales están separadas, ¿o hasta opuestas?
Una planta puede crecer tan alta como sus raíces se extienden en la tierra. Sucede arriba como debajo. Esta es una metáfora, la cual ni siquiera estoy seguro vaya a algún punto, ¿acaso todo tiene que tener un punto? Pero me parece que estamos aquí para sentar las bases de la vida, la Vida, la fuerza consciente que nos creó, la fuerza de nuestras propias almas, para que esta se pueda mudar con nosotros y tomar el control. Así me parece, aunque podría estar equivocado. En cuyo caso la búsqueda material, limpia, es la realización de la meta espiritual.
Sin embargo, mientras más tiempo y energía invierta en las hipotecas y negocios de propiedades, más presión siento y me vuelvo menos espiritual, más cínico me siento en cuanto a la “espiritualidad”. Comienzo a sentirme atrapado por la idea de estar 100% comprometido con la vida, con una casa, un pueblo, este planeta y este cuerpo. Eso me señala algo: la espiritualidad y evitar el compromiso están, de alguna manera, enredados, al menos para mí. Pero seguramente sólo es a través del compromiso con los aspectos físicos de la existencia, este momento y lugar, ¿entonces es sólo en el aquí y ahora, donde el compromiso espiritual puede existir?
Me pregunto hasta qué grado lo que llamamos espiritualidad ha nacido de la evasión, de los intentos de personas que tratan no ser consumidas por las presiones cotidianas de la vida, de mantenerse flotando por encima de todo, viendo al mundo con una combinación de superioridad y desprecio que tendemos a disfrazar como compasión.
Para que el alma esté completamente encarnada (la autenticidad), debemos concentrar nuestra atención en toda la mierda que hemos intentado evitar a lo largo de nuestra vida: todas las zonas del cuerpo y el mundo material que hemos cerrado a causa del trauma, la enfermedad, el dolor, la negación y la desasociación, lo que sea.
Quizá prestar atención es el alma, una cosa sin forma o materia. Y quizá, mientras que la mente-ego intenta conjurar una vida imaginaria para el alma para escapar las pruebas y tribulaciones de ser humano, el alma intenta entrar a la vida, llenarse completamente del lodo de la existencia, alcanzar su expresión absoluta a través de lo físico —como si fuera un relámpago buscando donde caer.
Quemando la casa (Burning down the house).
De cualquier manera eso es más o menos lo que yo creo sucede ahora, conmigo y con esta maldita hipoteca. No se trata de si consigo la casa o no. Se trata de aprender cómo habitar mi cuerpo más conscientemente, cómodamente y eficientemente para que el cuerpo pueda hospedar la conciencia original, pura, prístina e original que lo creó, de manera que la conciencia pueda mudarse ahí y hacer lo que sea que tiene que hacer. El cuerpo es el receptor, el alma la transmisión.
La negociación entre estos dos sucede en niveles diferentes, tanto visibles como invisibles. Mientras yo negocio con agentes de bienes raíces, corredores de bolsa y banqueros para asegurar la casa en la que quiero vivir, el alma procede con sus movimientos cuidadosos, considerados hacia el mismo fin.
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Cuando vemos y nos acercamos al mundo material como si fuera un río, este alisa las duras piedras y las convierte en una eficiente estructura. Es a través del doloroso proceso de estar completamente sumergido en el reino de las cosas que el alma es individualizada, autónoma, y auto-propulsiva.
El alma no es una cosa, sin embargo, para que pueda moverse en el mundo de cosas, necesita un cuerpo y el cuerpo sí es una cosa. Ya que es una cosa, el cuerpo quiere cosas propias (cómo una casa donde pueda vivir). Pero lo que el alma quiere y lo que el cuerpo quiere no son lo mismo. El alma quiere que el cuerpo tenga lo que necesite para que esta, el alma, pueda hacer lo que vino a hacer, que, al mismo tiempo, es lo que el cuerpo fue creado para hacer: transmitir.
Estar en el mundo pero no del mundo, como dicen. Algunos piensan que es fácil estar en el mundo y que la parte difícil, la parte que importa, es no ser del mundo. Pero, ¿qué pasa si estar completamente en el mundo es la única manera de asegurarnos de que no somos de él? ¿Qué sucede si el mundo es el único lugar que puede poner a prueba el alma? Si queremos tener deliciosa y jugosa fruta (llena de la energía nutricional del sol, aquella transmisión), necesitamos tener nuestras raíces bien metidas en la tierra y recibirla.
El peligro de emprender búsquedas espirituales —meditación, yoga, psicodélicos, chamanismo, transhumanismo, ser un artista— es cuando utilizamos el conocimiento que adquirimos para tejer fantasías escapistas y nos dejamos llevar por las promesas que estas nos hacen, perdiendo de vista los resultados que en realidad obtenemos. Aquí es donde las cosas de este mundo son útiles.
El secreto no es que podemos usar nuestra espiritualidad para cambiar nuestra realidad material. El secreto es poder extraer lo opuesto: la realidad material existe en la forma en la que lo hace para ayudarnos a ajustar nuestra conciencia espiritual a algo que se acerca a la verdad de la materia, para alinearnos con ella.
Es sólo cuando el hule toca la carretera, cuando nos rendimos ante las fuerzas de la naturaleza y ya no tratamos de trascenderlas, que el alma y el cuerpo encuentran un interés común y el mundo se convierte en la señal y no en el ruido.
Twitter: @JaKephas