Sexo, pudor y recursos públicos

La mayoría de los mexicanos cuando nos piden que pensemos en política encendemos ideas que inevitablemente están relacionadas con referentes negativos. Hace unos días me entrevistaban para hacer sugerencias sobre la visión y el programa de una futura escuela de gobierno y de políticas públicas. Me preguntaron si era buena idea ponerle el nombre de algún funcionario público relevante. Tuve que responder que no encontraba un solo referente que pudiera ocasionar consenso y que estuviera en el imaginario colectivo como un ejemplo aspiracional, independientemente de la preferencia partidista.

Quizá rayo en el extremo pesimismo, pero justo al día siguiente de esta entrevista, los medios de comunicación ocupaban gran parte de sus espacios a escándalo del ahora ex presidente del Partido Revolucionario Institucional en el Distrito Federal. Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre fue señalado como presunto operador de una red de prostitución y a quien se le acusa de haber contratado a diferentes mujeres para que le hicieran favores sexuales con recursos públicos. Las denuncias en su contra son por trata de personas, delitos sexuales y desvío de recursos públicos.

De esta historia degradante, lo que creo que hay que atender es la red de complicidad que se teje con toda naturalidad en los espacios de poder. Parece que este caso es escabroso por el morbo que ocasiona cualquier asunto vinculado con temas sexuales. La combinación entre sexo y política atenta contra el decoro de quienes se incomodan púbicamente ante ciertas depravaciones pero toleran sin miramientos la malversación de recursos para otros fines a los que consideran menos impúdicos.

La cantidad de delitos de corrupción y desvío de recursos que se realiza tanto en los partidos políticos como en las dependencias gubernamentales, son cosa de todos los días. Recuerdo que viví personalmente esa experiencia, cuando el Partido Alternativa Socialdemócrata buscaba renovar su presidencia y era fácil recurrir a Cuauhtémoc Gutiérrez, un referente de clientelas baratas y obedientes.

Ahora todos se deslindan del llamado príncipe de la basura, pero cuando su padre Rafael Gutiérrez era el líder de los pepenadores del Distrito Federal, el PRI y otros partidos acudían a pedirle favores para que aglutinara en sus filas a militantes o votantes incautos. Lo mismo sucedió cuando Cuauhtémoc Gutiérrez lo sustituyó. La priista María de los Ángeles Moreno habla a nombre del PRI en tribuna y deslinda al partido de los posibles hechos delictivos en los que pudo incurrir Gutiérrez de la Torre. Mientras no fueran públicos los agravios y las corruptelas, los priístas guardaban silencio. Veían en la actuación de Gutiérrez más beneficios que costos.

Quienes pudieron haberse beneficiado con el apoyo clientelar de Gutiérrez de la Torre, son los actuales asambleístas del PRI: María Alejandra Barrios Richard, Fernando Espino Arevalo, Marco Antonio García Ayala, Karla Valeria Gómez Blancas, Armando Tonatiuh González Case, Rubén Erik Alejandro Jiménez Hernández, José Fernando Mercado Guaida, María de los Angeles  Moreno Uriegas,  Jaime Alberto Ochoa Amorós. También Adrian Ruvalcaba, el delegado de Cuajimalpa pudo haber recibido favores electorales del Cuauhtémoc. De no ser así, sería muy bueno que ellos mismos nos revelaran a quien le debía ese cargo en el partido el príncipe de la basura.

En un intento por recuperar el optimismo, habremos de recordar que la política se concibe como el ordenamiento de los asuntos del pueblo, o de los ciudadanos, para que nos suene menos lejano el asunto. La política en términos ideales es la labor de procurar el bien común y facilitar la convivencia colectiva. El ejercicio del poder está inmerso ineludiblemente en esta senda, y es ahí en donde se atascan hasta los caminantes más pulcros. Así sucede cuando se tiene poco control de los recursos públicos. Afortunadamente las reformas en materia de transparencia y rendición de cuentas exigen ahora que los partidos sean sujetos obligados y enlisten sus egresos. Es un paso. Aunque no será suficiente mientras el efectivo circule a diestra y siniestra, en tanto se reparta lo que es de  todos como si fuera propiedad privada de un padrote. Tenemos que idear cuanto antes, controles para el uso de recursos públicos en efectivo.

Quiero pensar que esta experiencia vergonzante ha hecho eco en otros políticos que conocen las entrañas de corrupción en sus propios partidos. Si realizaran sus denuncias y deslindes antes de que sean un escándalo mediático, harían la diferencia. Aspiro también a que en un par de décadas tengamos algún funcionario público que, en la mente de todos los mexicanos, merezca un incuestionable reconocimiento. 

Twitter de la autora: @maiteazuela

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