¿Es la conciencia un estado de la materia?

 

La conciencia es ese pulso omnipresente en el observador, y por lo tanto se vuelve casi imposible, al menos en un plano racional, de definir. Hasta cierto punto, a través de ella, utilizándola, es que podemos percatarnos de que existe, y esta dinámica 'urobórica' parece suficientemente paradójica para generar un corto circuito en la narrativa que construye nuestra razón. Pero, en todo caso, seguiremos intentando descifrar, desde este plano, su naturaleza y estructura, misión en la que un investigador del MIT acaba de dar un paso interesante. 

Recientemente, Max Tegmark postuló un modelo para concebir la conciencia, en el cual básicamente se le asigna la condición de un estado más de la materia. Concebir la conciencia como una sustancia con determinados comportamientos –aún si el menú es infinito–, parece ayudar a acercarnos al entendimiento de su núcleo, o al menos eso parece considerar Tegmark en su investigación Conciousness as a State of Matter. A este estado de 'materia consciente' le da el nombre de 'perceptronium', y advierte que puede diferenciarse de los otros formatos utilizando cinco principios matemáticos de sonido –cuyas particularidades, por cierto, son casi impenetrables para las mentes comunes, como la mía y probablemente la tuya, así que no iremos más allá en este sentido.

El cosmólogo sueco-estadounidense del MIT retoma una premisa planteada por Giulio Tononi, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison, quien en su teoría de información integrada (IIT) advierte que la conciencia se origina a partir de un sistema que puede almacenar y recobrar, de manera eficiente, enormes cantidades de información. Y aquí es precisamente en donde Tegmark desdobla su 'perceptronium', el cual describe como: "La sustancia más general que experimenta subjetivamente la auto-percepción". En pocas palabras, lleva un paso más allá la noción de Tononi, agregando que la conciencia es un ente indivisible y unificado. Y luego procede a describirla en términos de mecánica cuántica. Finalmente, Tegmark se cuestiona sobre por qué los seres humanos tendemos a percibir la realidad en términos de sistemas clásicos, fragmentados, de acuerdo a los preceptos culturales que hemos heredado, y no como una mezcla caótica, propia de un gigantesco sistema cuántico interconectado.

Recordemos que desde que Descartes puso el tema en la mesa, la ciencia occidental se ha autoimpuesto la misión de entender y explicar qué es la conciencia, sin que hasta ahora haya terminado de lograrlo. En un texto anterior, ¿Qué es la conciencia y por qué esta pregunta tal vez sea imposible de responder?, nos remitíamos a esa máxima taoísta que reza: "El tao que puede nombrarse, no es el eterno Tao…", y concluíamos que "Tal vez la conciencia es sólo eso que nos permite darnos cuenta de que la conciencia no puede definirse (pero tampoco negarse) –algo como el universo auto-percibiéndose, y celebrándolo con cada uno de nosotros."   

Hoy, a pesar de que el acercamiento de Tegmark resulta interesante, la posibilidad de que la conciencia sea un elusivo estado de la materia que se rige no por las leyes de la física tradicional, pero sí por leyes que se encuentran en sintonía con una estructura cuántica de la realidad, honestamente no podríamos concluir algo distinto a lo citado en el párrafo anterior. Y es que quizá la conciencia tratando de entenderse a sí misma es la columna vertebral se esa gran broma cósmica a la que algunos atribuyen el origen y final de todo lo que hoy conocemos: un simpático e incansable loop. 

Twitter del autor: @ParadoxeParadis

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