Todo empezó con la idea de hacer un espantapájaros para que las aves no se comieran las semillas pero, 10 años después, Ayano Tsukimi ha vuelto a poblar el pequeño pueblo de Nagoro con muñecos de toda la gente que se ha ido del lugar en busca de trabajo.
Cada muñeco ha de encontrar el lugar y la actividad que le parece más importante. Ayano se encarga de que todos tengan su lugar y de que las costuras de su boca curven sus labios lo suficiente como para que sonrían y sean felices.
Las muñecas van a la escuela que sus avatares humanos abandonaron, cuidan los caminos, siembran los campos, acuden a fiestas y ceremonias, mantienen el pueblo con vida y, mientras tanto, esperan.