Los últimos guardianes del peyote

Entre las colinas de la Sierra Madre Occidental de San Luis Potosí y Chihuahua, está Wirikuta: área semidesértica de 140,000 hectáreas, donde el pasado mítico se entrelaza con el presente a través de un ciclo ritual. Wirikuta es la tierra sagrada a la que peregrinan los huicholes (o pueblo Wixárika), el grupo indígena más antiguo en América Latina, quienes preservan un alodio cultural y cosmogónico: el dios trinario, Hikuri (el venado-peyote-maíz).

Considerado como una de las áreas desérticas más prósperas en biodiversidad del planeta, Wirikuta representa la esperanza y los deseos de esta comunidad indígena para conservar sus valores ancestrales en relación con el impacto de la vida moderna. Razón por la cual, en ella se realiza una ceremonia de iniciación a la adultez y de purificación con base en el cactus endémico, el peyote.

El objetivo de esta tradición no es sólo llevarle ofrendas al dios trino Hikuri, quien vive en las colinas y en los sagrados manantiales, sino también recolectar el peyote, estimado como la guía espiritual de la comunidad. Para algunas personas, especialmente aquellos que participan en ceremonias, bajo un contexto sagrado, el peyote permite experimentar la separación consciente del alma y del cuerpo en tan sólo un instante fractal, y a partir de entonces invocar a los dioses en la tierra mágica de sus ancestros. Sólo de este modo, los implicados en la ceremonia del dios peyote pueden ser bendecidos con visiones y mensajes divinos; todo esto entre el poder de la música tradicional, de la fuerza del vínculo interpersonal y de las emociones ancestrales. 

Wirikuta, también llamado “El corazón del mundo”, es el lugar cuyos sistemas ancestrales intentan trascender más allá del escepticismo moderno y del conocimiento hodierno. No obstante, dentro de una pelea desigual por conseguir los beneficios de la naturaleza a través de su explotación, estos valores culturales de la antigüedad están en peligro de extinción, así como también la comunidad indígena, donde se funden las esencias de vida y de muerte.

Desgraciadamente, desde 2010, este territorio ha estado en riesgo de perder tanto su biodiversidad como su cultura. Debido a que el área es rica en minerales, algunas compañías mineras de Canadá han pretendido sacar provecho de ello, prometiendo crear miles de empleos para los habitantes de la región y, claro está, sin afectar ecológicamente la zona. No obstante, los habitantes de Wirikuta consideran esta situación como una amenaza al ecosistema y a su paradigma cosmogónico.

Hace aproximadamente tres años y medio, las autoridades mexicanas autorizaron la actividad minera canadiense, argumentando que se trataban de un plan administrativo para proliferar la biodiversidad del lugar. No obstante, varios grupos de civiles se rebelaron contra los ataques ambiciosos a su santuario, formando así “Frente en defensa de Wirikuta”. ¿El resultado? El gobierno anunció públicamente que una de las compañías mineras estaba renunciando a trabajar en el área. Es decir, sólo una de las muchas que estaban tras los bienes brutos del lugar.

En consecuencia, desde hace dos años, el ritual concilatorio entre dioses prehispánicos y mortales modernos ha sucumbido a las consecuencias de la actividad minera. Huicholes: los últimos guardianes del peyote es un video que evidencia el conflicto de esta situación. De acuerdo con los autores, es una historia acerca de la lucha contra el gobierno mexicano, con el fin de proteger esta tierra santa:

 

Las sequías que azotaron las tierras de la Sierra Madre han implicado una pérdida en el cultivo de la comunidad indígena, provocando que sus integrantes salgan de sus hogares para buscar empleos en las minas. Por consiguiente, ha empeorado la degradación en el ambiente y el impacto negativo en la cultura del lugar. Incluso, en alguna ocasión también llegamos a comentar que: “La flagrante irresponsabilidad del gobierno mexicano representa una ofensa múltiple, tanto a los recursos naturales, como a la preservación del medio ambiente y de la cultura Wixárika, una de las más vivas y coloridas de este país”.

El territorio de Wirikuta representa todo el bagaje filosófico de Wixárika, aquel lugar donde se funden las esencias de vida y del sol, de la identidad cultural y de la supervivencia como pueblo originario. Varios defensores del pueblo huichol han mencionado:

En Wirikuta están nuestros guardianes. Es nuestra catedral y dentro de ella hay varias capillas. También es una universidad. Ahí está nuestro hermano el venado y el padre Sol para dar luz en el mundo. Nosotros somos sus discípulos. Esto es lo que defendemos.

Debemos tomar en cuenta que hay una gran distancia entre el territorio sagrado y la tierra como propiedad privada o comunal. Hay una parte de los mexicanos que tienen derecho a su territorio en sentido amplio, porque en él han formado su cultura, su religión; la percepción de su subsistencia, una fuente de riqueza y entrega. Esto es clarísimo entre los huicholes.

Habría que mencionar que el asunto de Wirikuta y la preservación del peyote tiene cierta complejidad. Algunos habitantes de poblados "peyoteros" como Vigas de Coronado, Wadley, Estación 14 y otros más hacen mención de que son los mismos huicholes los que están acabando con el peyote, al ser los únicos autorizados por el gobierno a portar y a consumir esta planta, y al hacerlo en cantidades desmesuradas. Si bien el peyote es parte central de su cosmogonía, también es cierto que es patrimonio del mundo y no sólo de una comunidad.

De cualquier forma resulta indispensable que las autoridades mexicanas consulten y comprendan al pueblo de Wirikuta, obteniendo un mutuo acuerdo en relación con la legislación vigente. De modo tal que se puedan garantizar de manera efectiva sus derechos fundamentales: su concepción del mundo, su entrega peregrinante a lo divino, su territorio y su fe. De lo contrario, al quitarles estas bases humanas, se estarían apropiando de sus esperanzas culturales, y por consiguiente de su raison d’être

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