Harold Allen Ramis nació y murió en la misma ciudad: Chicago, Illinois. Presumía de que en sus años tempranos pudo encontrar las llaves para interactuar con los elencos de sus películas, esto cuando trabajó en un sanatorio mental. Comenzó afilando su pluma al escribir para dos publicaciones que balancearon su visión contestataria, por un lado en la sección de entretenimiento del Chicago Daily News, y por otro se volvió el editor de chistes de la revista Playboy.
Esto se lo debemos a John Belushi, que en 1974 se lo llevó a Nueva York, para formar parte de las sesiones de radio: "The National Lampoon Radio Hour", junto con gente como Bill Murray y Christopher Guest; equipo que luego constituiría Saturday Night Live. Ramis prefirió seguirse derecho a Hollywood que ser parte del programa televisivo. Aprovechando la licencia del National Lampoon, escribió el grandioso éxito que dirigió John Landis en 1978.
Animal House perfeccionaba el naciente género de la frat movie, sobre las fraternidades en los colleges que, con la obligatoria escena de la fiesta de toga y un guión saturado de desmadre universitario volvieron a Belushi un ícono para las generaciones venideras. El aquí y el ahora de una juventud harta de lo hippie, que aún no estaba preparada para el materialismo anunciado (apoyado en mercados financieros cuyo motor sería la cocaína) y que iba a depender completamente de la superficialidad, los ochentas se aproximaban. La cinta pensaba en esta generación perdida que ya no compraba el “American Way of Life”, y por un instante los podía satisfacer; se contentaban con poder reír elocuentemente, reconociéndose en la pantalla.
A Animal House le siguió Los Locos del Golf / Caddyshack (1980), su debut como director, con Bill Murray. En esta película incluyó personal tan divertido como Chevy Chase y Rodney Dangerfield. Era una comedia absurda de enredos, que llevaba su propuesta al límite, una lucha de clases sucediéndose en un campo de golf de lujo, donde los caddies no permitían el abuso de los millonarios.
Tomó prestada una vez más la licencia National Lampoon, originalmente era una revista de humor hilarante, que Ramis pudo convertir en fórmula cinematográfica para volver loco a cierto público. Esta vez el título de la sátira al sueño americano fue Vacaciones en Familia (Harold Ramis, 1983), con guión del muy joven John Hughes, cuyo talento ramificó el río para otros gustos, autores industriales que definían la era del blockbuster autocrítico de doble moral. La familia Griswold, Chevy Chase papá, Beverly D'Angelo mamá, hijo e hija pubertos se embarcaban en una road movie que cruzaba todo el país para visitar un parque de diversiones, sólo para descubrir, al alcanzar su meta, que Walley World estaba cerrado por reparaciones: el colmo después de vivir decenas de rituales de iniciación ochenteros. Por ejemplo, tratar de alcanzar a Christie Brinkley piloteando coquetamente su Ferrari rojo al igual que su lápiz labial, en medio del desierto, perder el control del vehículo y quedar varado en el calor bajo los buitres, de manera que Chevy Chase tuviera que heroicamente cruzar el desierto a pie, encontrándose a su familia en el taller al que logra llegar. A los que vimos esta cinta de niños nos cambió la vida, descubrimos que uno se podía divertir en cualquier tipo de situación, sin importar qué tan aburrida pudiera verse en un inicio.
Inmediatamente después, con un plan más ambicioso, Ramis se sentó con Dan Aykroyd a escribir una comedia que se olvidará de cualquier límite; así se gestó un filme de históricas proporciones, que moduló un tiempo, afortunada mezcla del género cómico con el de terror y el cine de aventuras: Cazafantasmas (Iván Reitman, 1984), con versión animada y secuelas. Ramis también fue parte del elenco, dándole vida al doctor Egon Spengler, al igual que Dan Aykroyd que se convirtió en el doctor Raymond Stantz, completando la terna Bill Murray como el doctor Peter Venkman, trío de profesores de parapsicología recientemente despedidos de la Universidad de Nueva York. Ante el desempleo, tienen la inusual idea de conformar un escuadrón de limpieza para ayudar a cualquier ciudadano que pudiera llegar a tener problemas con espíritus malignos, presencias inusuales, poltergeist, maldiciones, etc... Así inicia una lucha con lo invisible dentro de lo cotidiano, que termina invocando un antiguo demonio mesopotámico, que toma posesión de una bella Sigourney Weaver, para quien, en su nueva condición de diosa terrenal, ni siquiera todo el ectoplasma recopilado podría servir de lubricante. El problema evoluciona en un marinero del tamaño de King Kong, con cuerpo de malvavisco. Cazafantasmas cabalgó el tiempo del Blockbuster, casi ningún habitante del planeta dejó de verla, pero también trabajaba en un nivel arquetípico interesantísimo para analizarse.
La tercer cinta como director de Ramis se titula Club Paraíso (1986), y representa la clave en su legado para abandonar un sistema cruel, lleno de absurdos que se convierten en peligros para el individuo en cualquier momento de su vida. Jack Moniker (Robin Williams) se muda a vivir a una remota isla caribeña tras un accidente, donde rápidamente se hace amigo de Ernest Reed (el legendario cantante de reggae, Jimmy Cliff), quien tiene problemas con su hotel. Juntos transforman el lugar en un pequeño resort al que llaman Club Paraíso, que pronto recibe a sus primeros visitantes. La película trata sobre todo de cómo reaccionan este grupo de individuos citadinos a lo ancestral, a lo salvaje. Una ligera comedia de enredos, fresca como el mejor daikirí. Ese mismo año Ramis colaboró con el guión de Back to School (Alan Metter, 1986), donde un cagadísimo Rodney Dangerfield de edad madura, se vuelve a inscribir en la universidad para alentar a su hijo a salir adelante. Una vez más para vencer al sistema, el personaje se muda pero ahora no de sitio, sino de fecha, viaja retrocediendo en el tiempo con la ayuda de la máquina de la voluntad y sin miedo al ridículo, viviendo la vida sin límites preestablecidos.
Así llegamos a la obra maestra de Harold Ramis, poseído por el fantasma de Charles Dickens, y sin miedo al género fantástico: Hechizo en el Tiempo / Groundhog Day (Harold Ramis,1993). Basado en una historia original de Danny Rubin que a su vez se basaba en un ritual real que sucede en Pennsylvania, en el poblado de Punxsutawney. Cada año, por medio de una marmota, unos hombres de sombrero de copa predicen el final del invierno, y Phil (Bill Murray) un reportero del clima, viaja junto a la bella Rita (Andie MacDowell) para cubrir el evento a nivel televisivo. Los problemas inician al siguiente día, que Phil despierta en el mismo día, una y otra y otra vez más, situación que en algún momento parece un proceso infinito. Cada día Phil busca comportarse de manera distinta, los demás no tienen conciencia de lo que sucede y sólo siendo un mejor ser humano, la realidad lo aceptará de nuevo. Ramis homenajea sus influencias, y coloca su cinta mucho más cerca de una metapelícula que de un producto cualquiera. La conexión con el personaje de Cabaña en el Cielo (Vincente Minnelli, 1943) es inminente, un jugador compulsivo que muere y a quien los cielos le permiten continuar su vida con tal de transformarla, coquetea con su antiguo modelo de vida toda la cinta. También con George Bailey (James Stewart) en ¡Qué Bello es Vivir! (Frank Capra, 1946), a quien se le concede aprender a vivir en una noche de Navidad, cuando los cielos le muestran qué hubiera sido de la vida sin su existencia. Así, Ramis como otros grandes artistas de la humanidad, usa el puente metafísico para que el espectador pueda cruzar a una mejor percepción de sí mismo.
Alguna vez Ramis declaró que Phil permanece perdido en esa dimensión por diez años, hay que tomar en cuenta que entre otras cosas se vuelve escultor y domina perfectamente el idioma francés, del que no sabía nada antes de perderse en el tiempo. La cosa es que todos hemos sido Phil, alucinando con lo que podríamos hacer en un día si al final fuera borrón y cuenta nueva. Curiosamente la película explora lo común de nuestros pensamientos, que inician con obras nefastas y perversas, para terminar poco a poco, aspirando a mejorar, evolucionar; así el filme prueba esta teoría y, lo que es más importante la vuelve cercana, nos llena de esperanza de una posible naturaleza positiva que se encuentra dormida en el interior del hombre.
Analízame (Harold Ramis, 1999) mezcla la comedia con el género de las película de gángsters, finamente utiliza códigos contemporáneos para conectar con el público y lograr una sátira doble, hipertextual. Paul Vitti (Robert De Niro) es un mafioso que pudo haber salido de cualquiera de esas cintas de Martin Scorsese, tan emblemáticas para el género; no puede seguir con los ataques de ansiedad y opta por visitar al doctor Ben Sobel (Bill Crystal), un exitoso psiquiatra. Vitti desarrolla una compulsiva dependencia que cruza cualquier límite, misma con la que, en conjunto con su poder como capo, se construyen situaciones ridículamente jocosas. El éxito llevó a la elaboración de una secuela, pero personalmente creo que ambas no podrían haberse concebido sin tomar en cuenta ¿Qué Tal Bob? (Frank Oz, 1991), donde Bob (Murray) persigue a su psiquiatra, interpretado por Richard Dreyfuss, quien está de vacaciones, y al encontrarlo lo lleva mucho más allá de cualquier límite, donde las fronteras entre cordura y locura se borran.
Al Diablo con el Diablo / Bedazzled (Harold Ramis, 2000) se sube al mito de Fausto. Elliot (Brendan Fraser) intenta cabalgar las promesas de Lucifer (Elizabeth Hurley) quien ofrece a la cámara muchas partes de su cuerpo en las que se podría cabalgar por millas. Así Elliot vive sus insensatas fantasías, donde se transforma en diversos personajes gracias a la magia de los prostéticos y un departamento de arte muy creativo que aprovecha el alto presupuesto. Una vez más el personaje comprenderá que la libertad no es poder hacer lo que a uno le da su gana y que la vida común y corriente ofrece mucho más de lo que salta a la simple vista, todo esto bajo el misterio de la existencia revisada escrupulosamente por entidades superiores. La película es un remake de otro filme del mismo nombre, dirigido por Stanley Donen y protagonizado por Dudley Moore y Raquel Welch.
Por último, antes de que se dedicara a actividades menos trascendentes, aunque todavía muy divertidas, como varios capítulos de The Office, La Cosecha del Hielo (Harold Ramis, 2005) constituye un arriesgado esfuerzo a partir de un género y tono distintos a toda su obra, hay humor negro pero no hay comedia. Tomando al cine negro por los cuernos, y sin concesiones, la cinta se desarrolla en locación, en un pequeño poblado de Wichita en pleno invierno. En noche buena, Charlie Arglist intenta fugarse con el dinero de un mafioso local. Pero sus problemas surgen al confiar en la bellísima y sensual Renata (Connie Nielsen), a la altura de cualquier femme fatal del mejor Noir clásico. El whisky, la sangre, el hielo, la traición, los lugares de strip-tease, los dólares, promesas y deseo, pocas veces encontraron mejor bartender. Un ejercicio riguroso de un amante del cine para trascenderse a sí mismo.
Harold Ramis fue un artista que transformó la realidad que lo rodeaba en hermosos cuentos contemporáneos llenos de absurdo, utilizando elementos metafísicos para trascender la aparente inmundicia y poder explorar las situaciones rutinarias, volviéndolas una joya preciosa de la corona de la vida simple. Esperando que los cielos puedan mandar más creadores con este tipo de características, descanse en paz señor Ramis, muerto a los 69 años.
Twitter del autor @psicanzuelo