Nuestra sociedad celebra −más que ninguna otra cualidad o habilidad− la capacidad de hacer dinero. Dan Bilzerian, a diferencia de miembros de la lista de los más ricos de Forbes, no sólo sabe hacer dinero, sino gastarlo. Su feed de Instagram lo ha convertido en el "rey de los Playboys", ¿pero por qué a más de 725 mil seguidores les parece tan fascinante?
Las respuestas son numerosas y a la vez predecibles: Dan parece el epítome de los héroes de acción. Con entrenamiento de marine de los EE.UU., Dan se dedica a jugar póker profesionalmente, por lo que su vida es una extensión del estilo de vida Las Vegas, donde ningún placer sensorial se le niega al que tiene efectivo.
Por otra parte está el lado Instagram del asunto: todos usamos la red social para compartir imágenes de lo que pasa en nuestras vidas: lo que nos apasiona, lo que nos parece relevante o nos emociona, pero también como un complemento del look. En su libro De la seducción, Jean Baudrillard define el look como aquellos íconos culturales con los que deseamos ser asociados. Nuestra imagen nunca es accidental. Desde nuestro peinado, ropa, amigos y todo lo que tiene que ver con nosotros, el ser humano en la era postindustrial es una máquina de personalizar su autoimagen. Dan Bilzerian solamente encarna esto de manera extrema.
Otro punto interesante es que después de cierta cantidad de ceros en una cuenta bancaria, el individuo ya no puede ser ciudadano. En su feed hay una foto de un Ferrari chocado, además de un imponente arsenal de armamento militar. Un poco de investigación sobre Dan indica que de su colección de autos de lujo, pocos están empadronados en el registro vehicular (incluso algunos tienen placas como "SUCK IT" ("chúpala"), sin olvidar el hecho de que también promocione −tal vez inadvertidamente− la cultura de la violación como aspiración concomitante al dinero. Modelos y escorts aparecen como parte del mobiliario en las fotos de Dan.
Por último, podríamos pensar que casos como el de Dan anuncian un nuevo tipo de "star system": el reality show de la vida cotidiana, cuando tu vida cotidiana consiste en navegar por el Adriático en un yate lleno de modelos. Para una cultura hambrienta de contenidos como la nuestra, Dan es el nuevo macho alfa: alguien que al encarnar los vicios y virtudes del capitalismo (no hay que olvidar que, como todo gran amasador de fortunas, Dan alimenta numerosas causas caritativas) se coloca a sí mismo en la cumbre de la cadena alimenticia del capital, perpetuando, imagen tras imagen, la idea de que el dinero tal vez no compra la felicidad, pero puede comprar algunos sustitutos para ella mientras se la busca.