Hijos en subterráneo del divorcio

Un manto acuífero es agua subterránea que se aloja bajo la superficie de la tierra. El volumen del agua que se alberga debajo es mucho más importante que la masa de agua retenida en lagos o circulante, aunque menor al de los glaciares. Normalmente se piensa que el agua subterránea circula por cavidades y galerías, pero no es sólo así, se puede encontrar en sedimentos, poros y grietas de la tierra que contienen el agua como si fueran esponjas.

Las emociones de los niños cuando sus padres se separan pueden ser percibidas como aguas subterráneas que sólo se hacen evidentes cuando hay lágrimas o conflictos exteriorizados. Pero, igual que los mantos acuíferos, éstas suelen ser profundas y no siempre están a la vista.

Con su película Manto Acuífero, el guionista y director Michael Rowe proyecta con total naturalidad el desconcierto, la confusión y el dolor de Carolina, una niña de 7 años que tras el divorcio de sus padres es alejada de su papá, sin que su madre le permita tener comunicación alguna con él. 

La mayoría de las separaciones y divorcios se dan en contextos agresivos y de disputa por los bienes materiales. En esa dinámica, los hijos y sus necesidades se pueden invisibilizar o, lo que es peor, se pueden convertir en la moneda de negociación con la que los padres buscan conseguir sus objetivos.

Carolina es una niña suave, que no hace demasiadas preguntas, se refugia en el jardín explorando entre las plantas y levantando bichos de colección. Extraña a su papá todo el tiempo, lo recuerda con rituales cotidianos, lo imagina, lo dibuja, lo busca tras la ventana. Su madre apenas nota su nostalgia, está ocupada viendo cómo fastidia al exesposo e intentando reconstruir su vida con una nueva pareja. 

En México, la salud psicológica de los niños está permanentemente expuesta durante y después de un divorcio, porque la ley no tiene suficientes elementos para protegerlos y las instituciones responsables de su seguridad no están capacitadas para resguardarlos de las condiciones adversas ocasionadas por sus padres. Carecen del acompañamiento del Estado.

De acuerdo con las cifras del INEGI 2011, la tasa de divorcios en México se disparó 75% y el número de matrimonios disminuyó casi 20% entre el 2000 y el 2011. El incremento no es malo o bueno. Quienes entendemos el divorcio como un derecho a la disolución de una relación por acuerdo de ambas partes no calificaríamos la posibilidad como negativa en sí misma, sino incluso como una oportunidad para que los hijos crezcan lejos de discusiones cotidianas entre sus padres. Pero hay pocos datos sobre el impacto que ocasionan las negociaciones de la separación que involucran a menores. Lo realmente importante es tener cifras y elementos sobre los hijos que son botín de los desencuentros. 

En muchos casos los menores tienen que presentarse al menos una vez a la semana al juzgado de lo familiar y presenciar los pleitos entre los padres o testificar a favor de uno y en contra del otro. Colocarlos en estas condiciones vulnera aún más su estabilidad emocional. De modo que no es sólo un asunto privado en el que los padres debamos estar alertas constantemente de las reacciones evidentes o no de los pequeños, sino que deben existir políticas públicas ex profeso, con la intención de limitar lo más posible el abuso emocional de los menores.

Recorrer los días en que Carolina experimenta su duelo y presenciar su adaptación a una rutina desconocida nos muestra, como lo dice el propio Michael Rowe, cómo los niños no están exentos de los conflictos internos. Su trabajo cuidadosísimo manifiesta el mundo interior de una niña que sufre, como cualquier adulto. Nuestros mantos acuíferos pueden estar ocultos, pero no por eso el agua deja de correr en las profundidades subterráneas.

 

Twitter de la autora: @maiteazuela

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