El pequeño reino de Bután es el líder mundial indiscutible en cuanto a felicidad per cápita se refiere. Anidado en lo alto de los himalayas y con una población de menos de un millón de personas, Bután es lo opuesto a la obsesión occidental por adquirir y medir la riqueza en términos de posesiones. A ellos no les importa hacer crecer un número, ellos realmente se preocupan porque haya más felicidad. La pregunta es por qué han logrado ser tan felices por tanto tiempo, ¿será por su espiritualidad budista y su rechazo al materialismo occidental?, ¿tiene que ver con su aislamiento del resto del mundo?, ¿o será por su poder fálico?
Su devoción por el falo cuenta con una larga tradición. Se atribuye al maestro budista del siglo XV Drukpa Kunley, conocido popularmente como el “Divino Loco”. Un estudio de 2011 titulado “El dominante falo de Bután” hecho por el historiador francés Francoise Pommaret y el erudito butanés Tashi Tobgay, dice que la creencia en la habilidad del falo para proteger contra los malos espíritus y transformarlos en deidades protectoras puede ser rastreada hasta Drukpa Kunley, quien sometió a los demonios con su “rayo mágico de sabiduría”. Kunley es conocido por sus métodos poco ortodoxos de enseñar budismo a través de canciones, chistes subidos de tono y su escandalosa sexualidad. El monasterio de Chimi Lhakhang guarda aún el falo de madera que Kunley trajo del Tibet, el cual es utilizado para bendecir a la gente que visita el monasterio en busca de ayuda para poder engendrar niños.
Aunque es común que los jóvenes rechacen el pasado, los jóvenes butaneses han aceptado y adoptado la figura del falo. Kinley Tshering, secretario general de la Asociación de Periodistas de Bután, dijo que en vez de rehuir las por lo demás riesgosas imágenes fálicas, una joven generación está adoptando este símbolo de maneras completamente nuevas. “Están redefiniendo la idea de los falos, no sólo como imagen o símbolo ritual, sino como una idea en sí misma”. Los jovenes butaneses son realmente creativos en cuanto a falos se refiere, los dibujan sonrientes, enojados y a veces son francamente obscenos.
El arquetipo del falo ha sido un símbolo presente en un sin número de culturas alrededor del mundo, desde Babilonia, Egipto, Grecia y Roma, en el mundo occidental, hasta los pueblos mesoamericanos. Aunque el dibujo de miembros erectos es un hecho patente en nuestra cultura, normalmente estamos acostumbrados a considerarlo como algo fuera de los márgenes de la cultura, como un insulto, algo más cercano a la idea de marcar un territorio, de mostrar poder, que a una idea de fertilidad y protección. Los símbolos no desaparecen, aunque intentemos erradicarlos siguen manifestándose sin el control y el conocimiento que dan las formas rituales, sólo basta hojear el cuaderno de cualquier estudiante de secundaria para encontrar imágenes de penes dibujados sin mucha conciencia de por qué. En Bután expresan libre y sin prejuicios símbolos que en occidente, por motivos "morales" e ideológicos, hemos dejado que sean ahuyentados y se vean obligados a recluirse en las regiones más oscuras de nuestra psique.