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Simbólicamente, la naturaleza de la oscuridad es paradójica: por un lado la idea dominante nos enseña a temerla e incluso rehuirla, nos la hace aparecer poblada de criaturas ominosas y fantasmas que sería mejor no enfrentar nunca, pues suponemos que quizá no saldríamos bien librados de este encuentro. “El vértigo es angustia en la medida en que temo, no caer en el precipicio, sino arrojarme a él”, dice Sartre en El ser y la nada, con una metáfora en donde resuenan también Nietzsche y Dostoievski y Kierkegaard.
Sin embargo, desde otra perspectiva, por ese carácter inexplorado la oscuridad puede ser uno de los territorios más provechosos para el autoconocimiento, la promesa de que en esas regiones desconocidas para nosotros mismos reside quizá no un secreto precioso o epifánico, que nos transformará por completo o nos descubrirá la solución a los misterios de la existencia, pero sí algo quizá mucho más modesto para el mundo pero vital para nuestro ser: una parte que también somos, que nos pertenece e incide sobre nuestros actos cotidianos pero de formas insospechadas justo porque no nos atrevemos a explorarla y examinarla.
A continuación, a manera de ejemplos que pueden mostrar el potencial de gnosis de la oscuridad, presentamos 5 casos en los que esa exploración reporta algún tipo de conocimiento para quien se arriesga a emprenderla.
El kraken
La oposición entre cultura y naturaleza parte de una premisa fundamental: que aquélla es, en esencia, desconocida. El relámpago ilumina los cielos y por mucho tiempo ignoramos las razones que provocaban el fenómeno. La tierra tiembla y los tornados arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Y es este tipo de eventos ―desmesurados, excepcionales― donde la imaginación llena los huecos que la razón no atina a explicar. ¿Cómo puede ser que un navío gran calado se hunda repentinamente en las profundidades del mar? ¿No podría ser por el ataque inesperado de una bestia que de cuando en cuando emerge para llevarse consigo a tripulaciones enteras? La leyenda escandinava del kraken explicaba así las desapariciones misteriosas de barcos que se creían indestructibles. En otro sentido, la historia también nos recuerda que incluso en nuestra época, existe toda una zona de los océanos del planeta que nuestros recursos no alcanza, en donde habitan animales que escapan a las clasificaciones conocidas.
Orfeo y su descenso a los infiernos
[caption id="attachment_72051" align="aligncenter" width="350"]Eurídice ha muerto, pero Orfeo se niega a aceptarlo. Llevando consigo nada más que su lira y su inigualable talento musical, desciende al inframundo en busca de su amada. Contra todo pronóstico logra conmover a Hades y a Perséfone, quienes le permiten regresar al mundo de los vivos llevando consigo a Eurídice, pero con la condición de no mirar hacia atrás en tanto salen del reino tenebroso. Orfeo resiste y recorre casi todo el camino sin comprobar si Eurídice lo sigue o no. Salvo en el último momento, cuando cede y se vuelve para contemplar el rostro de su mujer. Pero solo para perderla una vez más, aunque ahora para siempre. Eurídice retornará al Hades y, como castigo, Orfeo no se permitirá amar jamás a otra.
La historia ha sido interpretada de diversas formas, pero quizá una de las más acertadas es aquella que ve en su desenlace trágico el destino de quienes no son capaces de aceptar una pérdida y, por consiguiente, emprenden hazañas heroicas quizá pero en última instancia inútiles para recuperarlo.
Batman
[caption id="attachment_72050" align="aligncenter" width="378"]El conocido personaje de Bob Kane es sin duda uno de los más singulares en la baraja de los superhéroes modernos. A diferencia de sus pares, Batman se distingue por los conflictos psíquicos derivados del asesinato de sus padres, un trauma que si bien nunca supera, se convierte en la fuerza que sostiene su cruzada contra el crimen. En las muchas ramificaciones de su historia, el “hombre murciélago” ejerce un examen constante de su inclinación a la oscuridad, la cual se manifiesta, por ejemplo, en la tentación de administrar justicia por propia mano y matar a sus enemigos, pero eventualmente advierte que el conocimiento completa su ciclo cuando deviene la elección correcta.
Darth Vader
La saga Star Wars tiene como eje el arquetipo del “Elegido”, una persona en quien se cifra, mitológicamente, el destino del universo, con la capacidad para devolverlo a un estado de equilibrio o punto cero en el que todo puede empezar de nuevo. ¿Pero esta misión podría cumplirse si ese Elegido no conoce antes las fuerzas que tiene que anular? Anakin Skywalker transita hacia el “lado oscuro” porque sólo de esa manera podría comprender la magnitud de la amenaza y las razones para derrotarla.
Las pesadillas
En la segunda de sus Siete noches, Borges habla de las pesadillas. Primero, es cierto, con notable luminosidad, de los sueños, pero en cuento pasa a las pesadillas el panorama se ensombrece. Recurriendo a su erudición, el argentino repasa los muchos nombres que estos sueños terribles tienen en distintas lenguas, haciendo notar que salvo en el español, el denominador común es la presencia de una criatura fantástica, demoniaca en varios casos, que desencadena esas fabulaciones oníricas de las que despertamos con la respiración entrecortada y el pulso agitado. El incubus del latín, por ejemplo, hace referencia a un pequeño y lascivo demonio que llega furtivamente en las noches para posarse sobre nuestro cuerpo e inspirarnos visiones ominosas. Después de elaborar sobre esto, Borges concluye con estas preguntas:
¿Y si las pesadillas fueran estrictamente sobrenaturales? ¿Si las pesadillas fueran grietas del infierno? ¿Si en las pesadillas estuviéramos literalmente en el infierno? ¿Por qué no? Todo es tan raro que aun eso es posible.
En efecto: ¿por qué no? Sólo que, aventurando una respuesta, quizá no se trate del Infierno, sino de nuestro propio infierno, un territorio donde nos encontramos con nuestros temores más intolerables, con el odio que a veces nos negamos a aceptar, con la ira de la que somos capaces, con el daño y el sufrimiento que hemos provocado a otros, con todo aquello que nos avergüenza y que preferimos contener en las sombras de nuestro propio ser.
¿Pero no parece también posible que conocer esa sombra sea el requisito fundamental para entender que es parte ineludible de lo que somos?
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