El mundo (el nuestro, por lo menos) directamente se ha convertido en las últimas décadas en una revolución, principalmente, del conocimiento. Internet, como tecnología, brinda la posibilidad a cualquiera de acceder a información que previamente era inaccesible. Sea por medio de blogs, artículos, wikis o los viejos y queridos libros, sean digitales o físicos, la información sufrió una profunda transformación hacia el mundo de la democracia. El acceso a la información se democratizó y pasó de estar en manos de una élite intelectual a las manos potenciales de cualquier persona con acceso a una computadora con conexión a Internet.
Son noticias maravillosas para todos, menos para las estructuras tradicionales cuyo sustento radica en la monopolización de la información —las universidades más prestigiosas del mundo intentan por todos los medios posibles de subirse a la ola y no perder el equilibrio. Iniciativas como Coursera y edX, con sus híbridos cursos masivos tanto en inscritos como en abandonos son su gran apuesta, pero como ha dicho el filósofo Alexander Bard, asesor de Google: “la educación es el nuevo MySpace”. Mientras tanto, un doctorado sigue otorgando credibilidad y la figura del profesor, lejos del aura que la podría haber caracterizado hace siglos (o décadas), todavía mantiene un estatus jerárquico que lo sitúa por sobre el estudiante: en una sociedad del conocimiento en proceso de democratización, el que posee un conocimiento determinado y lo enseña sigue teniendo poder.
Una de las áreas que más ha cambiado en este sentido es el del comercio de la iluminación. A lo largo de la historia, todas las prácticas espirituales se han basado en la relación entre maestro y discípulo y lo que los sufíes denominan “baraka” y los hebreos “qabalah”, basándose en el supuesto de que el contacto humano es indispensable, pues “algo” es transferible únicamente de retina a retina, corazón a corazón. Por más que existan miles de tratados, documentos y libros de todo tipo de culturas, tanto en occidente como oriente, las tradiciones dan por hecho que la palabra escrita no es suficiente —son sólo una ayuda en el camino. Lo cierto es que que, a menudo, la palabra escrita estaba resguardada en templos y monasterios, por lo que una vez que el individuo tenía acceso a ella era porque ya había encontrado a “su maestro”. Con la invención de la imprenta la información dio los primeros pasos hacia la democratización, pero un sector de la tradición espiritual occidental poseyó siempre una relación ambigua con la democracia.
El ocultismo occidental siempre se basó en el secreto. Al día de hoy, en que incontables libros se han escrito sobre el tema, el juramento del alumno suele ser respetado hasta la tumba y no se suelen contar detalles de las ceremonias más importantes de iniciación en las principales sociedades herméticas a pesar del hecho de que ya sean de público conocimiento. La imprenta fue importante para la tradición hermética, pero no tanto: los magos y alquimistas del renacimiento debían cuidar cada una de sus palabras bajo el riesgo de terminar como Giordano Bruno y a menudo el acceso a los escritos seguía en manos de una élite: no cualquiera tenía acceso a Filosofía Oculta de Cornelio Agrippa y, aún de tener acceso, eran prácticamente incomprensibles para el común de la gente. Los clásicos alquímicos evidencian la intención de todos los autores herméticos: sugerir. El conocimiento era transmitido persona a persona, en laboratorios o templos de sociedades secretas como los rosacruces (antecedente renacentista de Anonymous).
En la Época Victoriana y en el centro del Universo Conocido por aquel entonces (Inglaterra), durante lo que Kenneth Grant llamó el “Renacimiento Mágico”, se vivió un proceso de democratización que fue, en muchos sentidos, mucho más allá del vivido gracias a la imprenta. Autores como Bulwer-Lytton (amigo de Charles Dickens y creador de la frase “era una noche tormentosa”) y Eliphas Levi, entre otros, fueron sucedidos por la Sociedad Teosófica de Blavatsky (quien buscaba, a su modo particular, quitar el velo que ocultaba los mayores secretos de la tradición) y la Orden Hermética de la Aurora Dorada, dando lugar a una de las épocas en las que el conocimiento oculto fue más popular. Claro que el conocimiento seguía siendo secreto: los libros publicados revelaban algo más de información, es cierto, pero el corazón de las enseñanzas y prácticas seguía estando vedado para todos menos aquellos que atravesaran las iniciaciones correspondientes. Los rituales y operaciones mágicas continuaban vedadas para los “no iniciados”, a pesar (o justamente por esa razón) de ser la heroína de los adictos al secreto. Entonces, en el año 1909, Aleister Crowley: el hombre más malvado del mundo para algunos, profeta de una nueva era para otros, comenzó la publicación de The Equinox, divulgando sistemáticamente rituales y ceremonias mágicas de la Golden Dawn y su propia orden (A.:.A.:.).
Dejando de lado el hecho de que se trataba de ediciones de lujo, de tirada ínfimas, costeadas en gran parte por el propio Crowley y que, por lo tanto, su acceso seguía estando en gran parte restringido, era la primera vez que rituales, operaciones y ceremonias mágicas inspiradas en la tradición hermética, rosacruz y masónica eran publicadas. Dicho sea de paso, otro de los principales aportes de Crowley a la “occultura” es la “interpretación psicológica”, de acuerdo a la cual los demonios, ángeles e inteligencias cósmicas involucrados en los rituales existen únicamente en nuestra mente. El próximo paso lo dio Israel Regardie, secretario por un breve período de tiempo de Crowley y miembro de la Stella Matutina, un spin-off de la Aurora Dorada, quien publicó durante la Segunda Guerra Mundial el grueso del conocimiento de la Orden Hermética.
La popularidad del ocultismo disminuyó considerablemente, de todos modos, desde los primeros años del siglo XX hasta finales de la década del 60, en que la psicodelia y la contracultura reavivaron la pasión por prácticas misteriosas que aseguraban tener el secreto de la exploración y, por qué no, de la iluminación. Este nuevo renacimiento —que en cierto sentido perdura, gracias a los avances tecnológicos, vino de la mano la Magia del Caos y la denominada “corriente 23”, cuyas interpretaciones heterodoxas siguen causando horror entre los ocultistas tradicionales. A pesar de todo, las órdenes (que pasaron a tener centros en todo el mundo en lugar de únicamente en Estados Unidos y Europa) siguieron proliferando: nació la IOT, considerada el medio de los “magos del caos serios”, manteniendo la creencia de que no es posible realizar verdadero progreso interno sin la ayuda de guías y tutores parte de una estructura más o menos jerárquica, aunque sus fines sean más burocráticos que estrictamente espirituales.
Lejos del concepto elitista asociado a las sociedades tradicionales, durante la década de los 80s surgió TOPY (Thee Temple of Psychick Youth), una comunidad mágica y artística caracterizada por la exploración y una visión particular y profética del mundo (al leer algunos de sus textos es imposible no tener tener la misma sensación que nos invade cuando vemos Videodrome de David Cronenberg). El pragmatismo de la magia del caos adquirió nueva fuerza gracias a TOPY, reemplazando a la vez el concepto de orden (hermética, secreta y elitista) por el de una comunidad. Siguiendo la misma línea y bajo la influencia del nuevo milenio, grupos como “KIA Illuminated Adepts”, una “red descentralizada de hechiceros”, continúan la tendencia hacia la democratización de la magia y el ocultismo, cuya herramienta más importante ha sido, sin lugar a dudas, Internet. Cualquier ceremonia mágica se encuentra a unos clicks de distancia —no sólo es fácil encontrar los algoritmos que componen los rituales sino también las explicaciones del simbolismo subyacente y experiencias de personas que lo han realizado previamente.
A pesar de los avances realizados, muchos de los estudiantes de lo oculto siguen manteniendo la necesidad de formar parte de órdenes mágicas, físicas y locales y consideran peligroso que se publiquen en blogs rituales y operaciones tradicionales y antiguas. En un mundo que se ha modificado drásticamente y en el que las mencionadas sociedades no son necesarias intentan convencer de los peligros asociados a las prácticas mágicas a la vez que intentan proteger el (a menudo escaso) poder imaginario que ostentan. El contacto físico puede ser positivo en extremo para cualquier práctica psicológica y espiritual -esto ha sido verdad durante la Edad Media y lo seguirá siendo tras la Singularidad que nunca ocurrirá y el rol del tutor espiritual, como guía, terapeuta y contenedor, siempre será importante, pero esto no quiere decir que sea necesario o que sea imposible realizar determinadas acciones sin tal guía o maestro.
La mayoría de los manuales de instrucciones y teorías sobre lo oculto continúan informando de los peligros de hacer mal un ritual, advirtiendo por ejemplo que si cometemos algún error en un ritual corremos el riesgo de generar el resultado opuesto: si buscamos dinero, contraeremos mayores deudas; ni se te ocurra olvidar el color asociado a Mercurio en una invocación que lo involucre; más vale que visualices perfectamente el círculo mágico a medida que realizas el final de la operación y, por favor, no olvides tu túnica, tu altar y dedicar una habitación de tu hogar exclusivamente para las operaciones mágicas. De otro modo… El mundo cambió (se movió, diría Stephen King) y cualquier persona de clase media puede hacer terapia, practicar yoga o meditación y tomar sustancias psicodélicas que lo harán cuestionar la naturaleza de la realidad.
Lejos de cuestionar el peligro de la magia (así como la utilidad de las sociedades mágicas), es igual o más peligroso seguir viviendo en un mundo sin Google, Amazon o Skype, yendo a trasmano de la democratización del conocimiento y desaprovechando el inmenso potencial transformador de la magia (con o sin ‘k’) por miedo a poderes invisibles que esperan en el espacio entre las palabras impronunciables de grimorios antiguos escritos a luz de vela en laboratorios que en ese momento ya estaban cubiertos de polvo o para mantener estructuras jerárquicas que tienen más que ver con la necesidad de reafirmación de coleccionistas de iniciaciones que se creen al margen de una humanidad no iluminada y no saben, o no recuerdan, que la verdadera iniciación (la ceremonia mágica más importante de todas) es la vida misma y nunca termina.
Twitter del autor: @ferostabio