El trayecto que recorre un cuerpo cuando la muerte se produce en él es uno del que nadie tiene memoria ni tendrá jamás, al menos en primera persona, pues la condición de la muerte (con la clara excepción de la parapsicología) es que la conciencia no participa en el proceso de destrucción de la materia. ¿A dónde va, qué es de nuestras sensaciones y sentimientos una vez que morimos? Nadie lo sabe. Sin embargo, lo que pasa con nuestro cuerpo es algo que, aunque doloroso o triste, sí podemos saber.
Pedro Pires debutó en la escena fílmica en el 2009 con el cortometraje Danse Macabre, una pequeña obra maestra que es una evocación del mundo a través de la perspectiva semiausente de un cadáver. La muerte entra en nuestra cultura dentro de una serie de rituales de tipo protocolario, médico o religioso que culminan con la disposición del cuerpo humano en forma de entierro o en el de su conversión en cenizas, a través de la cremación.
Danse Macabre es un perfecto título, porque el cuerpo que vemos moverse durante 7 u 8 minutos en pantalla adopta —como el agua—los movimientos y ademanes que la sociedad (invisibilizada, ausente) imprime en su materia al practicarle una autopsia, al ponerlo en un ataúd o al recoger sus restos del horno crematorio; pero un título igualmente apto pudo haber sido el clásico tema mortuorio, memento mori ("recuerda que morirás").