"Hombre muere por fornicar con panal de avispas": sobre la naturaleza de la información

El International Business Times publicó hace unos días una historia sobre un hombre que había muerto a causa de más de 140 picaduras de avispa, incluyendo 54 en la zona genital. Sin embargo, días después publicaron una nueva nota donde reconocían simplemente que la historia se trataba de una broma "perdida en la traducción" y pidieron una disculpa a los lectores que, como ellos, cayeron en una broma. 

El malentendido ocurrió cuando el IBT usó como fuente al periódico satírico Nyheterna Sverige de Suecia; el problema resulta de que para los lectores suecos era muy claro que el apellido de la supuesta víctima evidenciaba la broma. El nombre Bertil Ståhfrääs se traduce como "erección", y el nombre del psicólogo que comentaba la historia era Siv During Livh, que se traduce como "fetiche". 

En la historia original, Ståhfrääs trató de simular una relación sexual con el panal de abejas pero habría sido picado hasta morir. Las declaraciones de los vecinos afirmaban que su cuerpo parecía "un cadáver de ballena", pues estaba hinchado de picaduras. Luego de que la publicación levantara la alarma de asociaciones protectoras de animales (preocupadas, cabe suponer, por el efecto del semen en las avispas), un periódico en Londres ató cabos y descubrió la farsa.

¿Pero qué si no hubiera sido una broma? La información en nuestros días, por su misma circulación, tiene capital de verdad. El hecho de que esté en una página de Internet o un periódico o en el noticiero nocturno le da la legitimidad necesaria para suponer que es verdad. A través de notas como la del hombre que fornicaba con avispas, nuestra capacidad crítica aprende a aceptar lo bizarro y lo irracional como parte de la vida.

Hay algo de morbo y asombro, incluso de entretenimiento en estas notas; pero también algo profundamente perturbador: el sistema nos dice que si un hombre puede morir por miles de picaduras de abejas, en este mundo loco también puede pasar que la bolsa de valors deje a miles en la ruina. La relación es que en uno y otro caso no podemos sino confiar en las opiniones de "expertos" que avalan lo que leemos y que conforman lentamente la opinión pública: "pública" no porque sea generada naturalmente a través de las mentes de todos, sino porque es colocada en las mentes a través de los medios de comunicación, como el jingle de un comercial de televisión. La figura emblemática de nuestro tiempo es el experto en ser experto, el conformador de opiniones: el especialista.

En el libro Sentido común, simulación y paranoia, Fernando Lobo afirma:

Desde la antigüedad hasta ayer por la noche, con el mismo sincero sentimiento de autoridad moral, esos especialistas desafían a la lógica y asumen los riesgos de que su argumentación caiga en rápidas contradicciones o conclusiones absurdas. La diferencia es que ahora los maquillan antes de salir a cuadro, como en el teatro.

 La nota sobre el hombre que fornicaba con avispas pudo haber sido un hoax, pero detrás de ello están tanto la evidencia como el recordatorio de preguntarnos sobre la naturaleza de la información que recibimos de los medios. Hay información divertida o datos interesantes que están ahí para ser consumidos, pero el desfase entre lectores procesadores de información es radical y amplia la brecha del entendimiento crítico de la realidad.

No se trata de dudar completamente de toda la información que recibimos, sino de sopesarla con nuestras fuentes, ejercitar la memoria y dar seguimiento, interesarnos verdaderamente por lo que leemos. La diferencia es que un lector elige ahí donde un procesador de información acepta ciegamente.

[IBT]

Twitter del autor: @javier_raya

© 2017 - pijamasurf.com Todos los derechos reservados