Se presume azul del cielo: "Jazmín Azul" (Woody Allen, 2013)

El color azul brinda tranquilidad, en el arte budista llega a ser color del espacio vacío. Es así como dos obras femeninas contemporáneas, películas curiosamente dirigidas por varones, se pueden volver azul del cielo o azul de mar en la mente del espectador.

 

Jazmín Azul (Woody Allen, 2013)

Es común que Woody Allen suela elegir personajes femeninos para varias de sus cintas, lo que no es frecuente es que juegue sin definir claramente el tono del drama en el que trabaja. Domina los géneros que maneja como no muchos directores y es claro en la utilización de sus referencias cinematográficas dentro de sus collages. Cuando hace una comedia boba, es tonta de verdad (Misterioso Asesinato en Manhattan) y de esa manera divierte; cuando hace comedia sofisticada (Annie Hall, Poderosa Afrodita), su elegancia no tiene par; en sus comedias sexuales (La Comedia Sexual de una Noche de Verano, Vicky Cristina Barcelona), la sensualidad llega a los límites de la carcajada; y si se pone serio, puede llegar a competir con Ingmar Bergman (Interiores, Match Point). En fin, Woody Allen, ya es un maestro consagrado. Jazmín Azul es una magistral obra, donde Allen sorprende en un juego que no deja de saltar y moverse dramáticamente. No es un cine viejo, es un cine jovial de reflexiones sabias. Es contundente como crítica social, divertida como anécdota, con profundo estudio de personajes, y conmovedora como un retrato en el que podemos reflejarnos de distinta manera en sus espejos tragicómicos.

Cate Blanchett es Jasmine, “hermana” de Ginger (Sally Hawkins, la maravillosa Poppy de Happy Go Lucky (Mike Leigh, 2008)), ya que las dos fueron adoptadas cuando eran niñas por los mismos padres. Ginger siempre argumenta que Jasmine se quedó con los mejores genes, y mediante esa teoría de la genética de Ginger, Jasmine vive una vida de excesos tras casarse con un millonario fraudulento, y es esa misma genética la que provoca que su hermana sobreviva las inclemencias de una clase media baja en la ciudad de San Francisco. En el fondo, Jasmine ha sido siempre atractiva y Ginger, no. Finalmente, en un relato que parece de Flaubert pero en sentido contrario, Ginger, asumiendo lo que tiene, termina conociendo el amor que subyace en la realidad cotidiana, mientras la rubia que todos quieren, Jasmine, se avoca a vivir en sus sueños, generando una locura proporcional a su deseo.

Woody Allen se enfoca evidentemente a dirigir a una feroz Cate Blanchett que vive sus mejores momentos, construyendo un personaje compulsivamente real, que enfrenta una cámara que nunca descansa, sobrevolando toda acción muy de cerca sin perder ningún detalle. La apariencia de Jasmine es de reina, con modelitos de sofisticada marca, pero su piel está hundida en el sudor al que no está acostumbrada, y su cabello gotea ignorancia. La película es realista, pero con una estilización apenas percibida en detalles que catapultan reinos contrastantes de dimensión de cuento de hadas con su mensaje incluido.

Otro elemento poco utilizado por Woody Allen es la estructura en flash backs, producida por un guión de estructura paralela. Vamos avanzando en dos tiempos: el antes, que va explicando el otro tiempo, el presente. Así, se generan grandes olas de comprensión, compasión, risa y llanto. La empatía con Jasmine es fulminante, lentamente vamos comprendiendo que estamos inmersos en una comedia que se va volviendo trágica y mordaz como el más despiadado Allen.

El azul del jazmín es ese mismo azul con el que se denomina la música negra más tradicional, la del río delta, el verdadero blues. Blue Jasmin proviene de esa nostalgia de algo que nunca existió más que en recuerdos previos a la esclavitud, en una Norteamérica que sigue en construcción y pertenece cada vez más al sistema financiero. Una tristeza que, como Ginger dice, se encuentra en los genes.

 

La Vida de Adele (Abdelleatif Kechiche, 2013)

Adele (Adèle Exarchopoulos) estudia la prepa, se lleva bien con su familia, tiene un sólido grupo de amigos, es hermosa, inteligente, disfruta de sus clases, y acaba de conocer al chico ideal. Emma (Léa Seydoux) con el cabello pintado de azul, entra al mundo de Adele como un tornado que arrastra todo lo que encuentra a su paso, desde el interior de sus sueños, lugar en el que se arraiga instantáneamente. La rueda de emociones en las que se torna la vida de Adele, cuando ella se empecina a conjugarse con el viento del que está constituida Emma, incluye tremendas escenas de sexo explícito en pantalla. Momentos casi pornográficos, aunque la diferencia estriba en que fortalecen la relación de los personajes, la dependencia de Adele y la locura que le sigue.

La historia de Adele está construida sobre una anécdota simple y sencilla que se agradece, y la realización está llena de gracia en cada plano, en cada beat que surge desde el más recóndito interior del alma de los actores y la respuesta del otro, la construcción de un personaje no solamente eficaz y ultra sensible en una enorme gama de azules y sensaciones en distintos tonos de azul llenos de humanidad que rebosa vida. La película trata de atrapar la vida fuera del cine, dentro del cine, como un recolector de mariposas con su red, Kechiche lo logra, gracias, en gran medida, a las escenas eróticas .

¿Cómo puede ser la sexualidad medular en todo lo que tiene que ver con la humanidad y estar tan poco presente de manera directa retratada en la pantalla? Patrice Chéreau hizo un excelente trabajo con Intimidad (2001) en esta materia. El cine funciona muchas veces como la realidad misma en la que la sexualidad está contenida en todo y vedada al ojo que no tiene el permiso de compartir el placer. Cuando el cine logra trascender la pared que está en la calle y poder entrar a la habitación, las relaciones de los personajes se vuelven otra cosa: la vida misma.

Psicológicamente, el color azul brinda la calma, la tranquilidad. En el arte budista es el color del espacio vacío, fondo para las imágenes de Buda, básico en un mandala. Victor Hugo decía que el arte es lo azul, una de las mejores composiciones de Agustín Lara se llama Azul y también otra de Rubén Darío. Elías Canetti despreciaba este color, así es como la representación del ama de llaves en su emblemática novela, Auto de Fe, poseía una simbólica falda larga de ese color que jamás se quitaba. También ha servido para obscuras interpretaciones espirituales en la Edad Media sobre las azules llamas del infierno. El azul también sirve para denominar el periodo más triste del mejor pintor del mundo, Picasso.

Cuando aparece Emma en la trama, su cabello es azul, cuando la magia va menguando, se despinta y vuelve a su tono natural, rubio. Ahora el azul regresa al cielo y a las olas del mar que se llevan todo, como el paso del tiempo, que podría ser de color azul también.

Twitter del autor @psicanzuelo

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