Como si se tratara de una re-escenificación cósmica del mito griego de Ícaro y su osadía de acercarse al Sol, el día de ayer, jueves 28, el cometa ISON alcanzó en su trayectoria el punto más próximo al astro, un suceso sumamente riesgoso del que aún ahora los astrónomos no han podido aclarar si salió o no avante.
Ayer, tanto investigadores de la NASA, como de la Agencia Espacial Europea se debatían entre declarar o no la muerte del cometa. Luego del perihelio (nombre técnico del fenómeno), las imágenes obtenidas en el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA (SDO) y el Observatorio Solar y Helioesférico (SOHO) de la ESA parecían ofrecer evidencia para ambas versiones.
“No podemos ver al cometa ISON en el SDO, así que pensamos que pudo haber quedado destruido y evaporado antes de alcanzar el perihelio”, declaró Dean Pesnell. Más tarde, sin embargo, la cámara LASCO C3 del SOHO mostraba “algo que comenzaba a brillar gradualmente de nuevo”, según la descripción de Karl Battams.
El ISON se acercó a 1.1 millones de kilómetro de la superficie solar (la Tierra se encuentra a casi 150 millones de km) y además del viento solar y la radiación, la enorme fuerza de gravitación del astro fueron los principales factores que pudieron provocar la destrucción del objeto.
“No tenemos modo de estimar el tamaño del núcleo desde el SOHO o el STEREO [otro observatorio solar], es muy pronto para especular sobre el futuro del ISON”, dijo Battams a space.com.
Por otro lado, una de las particularidades del ISON es que se trata de un remanente de la formación de la Tierra y otros planetas con una antigüedad estimada en 4.5 mil millones de años. Asimismo, este se trató de su primer paso a la zona interior del Sistema Solar, luego de provenir la nube Oort, una vasta formación a casi un año luz de distancia del Sol.
Si el cometa sobrevivió, tardará millones de años en regresar al Sistema Solar, pero también será visible durante diciembre (especialmente a mitad de mes), en dirección de la constelación de la Osa Mayor.