Todos sufrimos de ansiedad en algún momento o en otro, no importa si se dispara por alguna situación inmediata (como que te pare un policía) o si es más profunda y difícil de rastrear. Es importante saber que la ansiedad, como la culpa, es una respuesta natural y fundamental que cumple una función. Así, nuestro propósito no debe ser ignorarla para que desaparezca (no lo hace), si no identificarla e incluirla de una manera manejable en nuestra vida.
Primero que nada, es relevante identificar la diferencia entre la ansiedad y el estrés. Básicamente, la ansiedad es un sentimiento de miedo y aprensión que nos pone en alerta. Biológicamente cumple la función de agudizar nuestro estado de conciencia para estar preparados para amenazas potenciales. Es por ello que el estado prolongado de ansiedad puede parecerse a un infierno paranoico y pesado. El estrés, por otro lado, puede generar tristeza, enojo, preocupación o ansiedad; la ansiedad es específicamente ese sentimiento de miedo, terror y aprehensión.
¿Qué se puede hacer contra la ansiedad?
Una vez que se reconoce como tal, es hora de hacer algo al respecto. No solo tratar de mantenerse a flote y sobrevivir. Hay bastantes trucos y técnicas que se pueden usar para liberarse del estado de ansiedad cuando sentimos que comienza a subir. Aquí hay algunos.
Música, meditación, ejercicio, rituales personales
Sentarse a respirar puede parecer demasiado fácil para ser efectivo, pero lo es. Es algo que puedes hacer en tu mesa de trabajo, tu auto o antes de enfrentarte a una situación. Inhala durante cuatro segundos, exhala durante seis (recuerda inhalar inflando la panza y desínflala al exhalar). Repite esto hasta que te sientas mejor.
La visualización es también muy efectiva. Algunos dicen que es una suerte de hechizo de magia. Visualiza que estás en un lugar relajado. Para y sitúate realmente en ese lugar. Lo mejor es pensar en todos los detalles que hay en ese lugar y que te hacen sentir en paz; entre más detalles, mejor.
La meditación es quizá la mejor herramienta que tenemos para parar el constante discurso interno que sufrimos en esos momentos. Busca la mejor técnica que te acomode y siéntate al menos veinte minutos al día.
Sobra mencionar los beneficios que nos da el ejercicio en momentos difíciles. Tanto tranquilizadores, como neurológicos. Encuentra alguno que combine contigo y no dejes que excusas te alejen de hacerlo.
Rastrea tu estado de ánimo para identificar patrones
La escritura también puede ser una forma de limpieza mental. Escribe. Escribe sobre cómo te sientes, escribe automáticamente hasta que sientas que ya dijiste todo y luego lee lo que escribiste. Llevar un diario es sumamente útil, aunque sólo lo usemos en momentos catárticos. Una vez que identifiques qué patrones sigues, ya sean de circunstancia o puramente mentales, puedes empezar a cambiarlos. O al menos a hacer las paces con ellos.