En una plática grabada que ha sido vista millones de veces en Internet, Terence McKenna enunció que "la cultura no es tu amiga", sino una especie de "sistema operativo" o de mente externa que se interioriza y sirve como modelo de operación en nuestras relaciones. McKenna toca un tema que ha sido objeto de numerosas reflexiones y variaciones en la historia del pensamiento humano: la individualidad en medio de la influencia de la otredad, del sistema dominante, de la cultura y ahora sus manifestaciones modernas (los medios de comunicación, el consumismo, la realidad virtual, los pop stars, y demás transmisiones meméticas). ¿Cómo pararte con tus propias piernas en medio de ese mar de información hiperpermeable?
La cultura: esta es la epifanía de McKenna que viene de McLuhan, no es algo que uno aprende, que toma según prefiere o que yace ahí como una posibilidad de "cultivarse". La cultura es un entorno psicogeográfico que nos penetra, una capa de información ubicua, una especie de traje sutil que todos habitamos por habitar en un mismo planeta: en una misma cultura. Pero "¿es posible cultivar apertura y sanidad mental en este medio ambiente social y psicológico que compartimos?", se pregunta McKenna.
¿Cuántas veces has visto tus deseos sexuales, tus aspiraciones de carrera, tus finanzas o tus inclinaciones estéticas demolidas, trastornadas, rechazadas y minimizadas por los valores culturales? Y si no piensas que la cultura es tu enemiga, pregúntale al niño de 18 años al que le dieron un rifle y lo mandaron al otro lado del mundo a matar extraños si la cultura es tu amiga.
Este ejemplo extremo debe hacer que llegar a casa nos resulte una especie de juego fraudulento. De hecho, tan extraño como parezca, es una realidad virtual. Nos han hecho pensar que las realidades virtuales sólo existen en la pantalla de una computadora, o que existen nada más en consolas, pero esa es sólo una realidad virtual electrónica. La tecnología primordial para construir realidades virtuales es el lenguaje.
La cultura es la matriz en la cual estamos embebidos. Que sea nuestro sistema operativo sugiere que en muchos sentidos somos máquinas biológicas programadas que pierden su individualidad a merced de la cultura, de los medios, de las estrellas pop, de los gadgets, de los memes. Como decía McLuhan: "somos robots cuando involucramos acríticamente con nuestras tecnologías". Sin conciencia, los robots nos robotizan.
Cuando McKenna señala que la cultura es nuestro sistema operativo sugiere que hemos sido hackeados, esto no necesariamente es bueno o malo, es una consecuencia de habitar en un sistema abierto, en un mundo donde lo exterior y lo interior, en el acto de observar, se funden y suele ser difícil verdaderamente distinguir qué es la mente y qué es la materia. Esto es algo que la tecnología ha hecho claro extrudiendo propiedades de la mente al mundo físico de forma indistinguible de la magia y en una realidad donde los memes, ideas, e improntas no conocen límites (ciertamente no lo es la piel, ni la distancia). Estamos flotando en información y la información penetra cada capa de nuestro ser. Nos in-forma, nos programa, en cierto sentido es el fantasma de nuestras máquinas. De nuestras biocomputadoras humanas.
Hacer consciente y descubrir que habitamos un programa, que somos programables e incluso conocer los planos del programa, nos deja jugar con una dimensión añadida. Hemos sido hackeados pero podemos hackear al mundo o al menos tomar control de nuestra propia mente. Podemos surfear la estrella e ir más rápido, comiendo un hongo o dos y tal vez ganar vidas. Matar al monstruo al final del nivel y ganar el corazón de la princesa. La cultura es un videojuego. Es realidad virtual.
Tenemos una opción: decidir hacer consciente nuestra relación con la cultura y sus herramientas e intentar escribir nuestro propio código sobre el desierto de lo real. En palabra de Jason Horsley "convertirnos en escritores del cielo".
Esto y más será lo que estaremos discutiendo este sábado a las 16:30 en el Centro Tlatelolco dentro de Bonus MX 2013 Jasun Horsley, Erik Davis, Douglas Rushkoff, Daniel Pinchbeck, Javier Barros y Alejandro de Pourtales.
Twitter del autor: @alepholo