Susurros chinos en el Casino de la Iluminación
La iluminación: ¿qué es?
“La verdad existe; la no-verdad no existe”.
-Jed McKenna
La mayoría de los maestros de iluminación dicen que ésta no se trata de llegar a algo, sino de deshacernos de algo, específicamente, de todo lo que está entre nosotros y nuestro estado natural. La paradoja inherente en esta fórmula es que lo que necesita irse es una ilusión, i.e., algo sin una existencia real. Entonces ¿cómo te deshaces de algo que no está ahí? Y ¿por qué necesitas que un maestro te ayude a hacerlo?
Los practicantes espirituales buscan a un maestro espiritual para que los ayude a iluminarse. La mayoría de las veces esto no sucede. A los discípulos se les dice que el deseo de iluminarse –el cual en realidad es el deseo de escapar del sufrimiento– es lo que los está previniendo de llegar a la iluminación. Extrañamente, al escuchar esta noticia, la mayoría de los discípulos no renuncian a su búsqueda. La razón por la que no lo hacen es por que aún quieren “obtener” eso por lo que vinieron, y que una persona que ellos creen que ya lo tiene les diga que no lo pueden tener es lo más cerca que pueden estar de tenerlo. Ese es, básicamente, el lote del seguidor.
Aquí hay algunas ideas comunes a la mayoría de las enseñanzas de iluminación:
- No hay tal cosa como un ser separado
- No hay tiempo ni espacio, sólo consciencia y percepción
- La iluminación es igual a transitar todo el camino hacia “el Ahora”
- La existencia está siendo continuamente destruida y creada; la sensación de continuidad es una ilusión creada por la mente
- A nadie se le puede decir lo que es la verdad porque cada uno de nosotros debe encontrar (convertirse en) nuestra propia verdad
- El ego es un impedimento para ver la realidad
- La iluminación es el estado natural y no hay nada “especial” en ello
- No hay nadie que “llegue” a la iluminación, sólo al despojo de la idea de alguien que llega
- La iluminación depende de renunciar a todas las creencias y conceptos de lo que realmente “sabemos que es verdad”
- Es un retorno al ser auténtico
- Es el destino y derecho de nacimiento de cada uno de nosotros
- Sólo muy poca gente alguna vez lo realiza
- Es apertura total y alineamiento con la voluntad divina
- Es el fin del sufrimiento personal
- Conlleva el reconocimiento de la naturaleza ilusoria de la existencia material y es semejante a salir de un sueño
- Es “convertirse en nada”
- Es el final de la búsqueda y el principio del servicio
- Es no tener apegos ni preferencias
- El deseo de iluminación es necesario para llegar a la iluminación pero también puede ser un obstáculo
- La iluminación no mejorará nuestra vida sino la finalizará
- Es rendir nuestra vida de regreso a “Dios”
- La iluminación es la muerte del ego, y para el ser iluminado no hay nada que temer en la muerte del cuerpo. No ocurrirá ningún cambio en la conciencia porque la conciencia ya no está identificada ni con la mente ni con el cuerpo
- El ego es el pegamento en la identificación mente-cuerpo
- Las prácticas espirituales pueden ayudar a despejar la mente y el cuerpo y enfocarse en el propósito. Pero al final sólo se trata de dejar ir el engaño fundamental de una identidad separada (ego) que funciona
- Aunque este dejar ir ocurre instantáneamente y sin voluntad, es posible preparase para él
Consistentemente, la mayoría de estas “verdades” pueden encontrarse en círculos espirituales y son felizmente divulgadas por aquellos practicantes que gustan de parecer, o de sentirse, que están en un camino espiritual. Dichas ideas están usualmente avaladas por evidencias anecdóticas y/o asumidas como auto-evidentes para “quienquiera que haya pasado algún tiempo en un camino espiritual”. Pero ¿son auto-evidentes o simplemente han sido transmitidas indolentemente como prendas comidas por polilla, de una generación a la siguiente? Las técnicas de artes marciales (nos dicen) fueron desarrolladas originalmente por personas con consciencia acerca de las energías de los cuerpos sutiles. Después fueron imitadas y transmitidas por personas que entendían solamente la forma exterior. Las artes marciales, privadas de su consciencia profunda y energética, degeneraron en patadas y golpes vacíos. Susurros chinos.
El narrador sospechoso, lunas de queso azul y Santa Claus
“No creo en cuentos de hadas”.
--Freddy Krueger, Pesadilla en la calle del infierno 3
Si la iluminación es nuestro estado natural, ¿qué nos impide llegar ahí? De acuerdo con la mayoría de los maestros es sólo una idea, un punto de identificación equivocada. El ego, la mente, la identidad construida, un pulpo con cualquier otro nombre. Esta entidad imaginaria dentro de nuestras cabezas mira hacia fuera desde atrás de nuestros ojos, como Rapunzel dentro de la torre, proporcionando una continua y consistente descripción defectuosa de la realidad. El ego es el narrador sospechoso de nuestras vidas. La mala noticia es que el ego-pulpo vuelve a nuestros cuerpos una prisión para un “ser” imaginario, en lugar de una expresión de la fuerza vital. La buena noticia es que esa “fuerza vital” es todo lo que realmente “somos”, porque es todo lo que cualquier cosa “es”. Entonces ¿cómo es posible que nos hayamos convertido en algo que no somos? O, como la conmovedora y subestimada película I Heart Huckabees lo puso, “¿Cómo no soy yo mismo?”
Si un niño insiste que la luna está hecha de queso azul, ¿es esa una percepción equivocada de la realidad? ¿Tiene la luna cualquier cosa que ver con el queso azul? ¿La creencia en una luna hecha de queso azul hace a la luna “real” un poco más quesosa? La lógica común dice que no lo hace. ¿Y qué pasa con el ser falso? Si la idea de un separación ego-identidad es falsa, ¿cómo es que nos parece tan real a nosotros? Quizá la iluminación es similar a cuando un niño se da cuenta de que Santa Claus no existe y nunca lo hizo; ¿un parteaguas en el que nada ha cambiado realmente?
¿Le podemos, con absoluta seguridad, decir al niño que cree en Santa Claus que no existe? Jed McKenna, en su Trilogía de la iluminación, describe la iluminación como el darse cuenta de que nadie existe (incluyéndose a sí mismo). ¿Puede haber una búsqueda sin un buscador? ¿Algo de esto hace sentido? Quizá una pregunta mejor es: ¿Debería hacer sentido algo de esto? Si la iluminación es real, y si sólo puede ser comprendida por los iluminados, cualquier definición que nos haga sentido al resto de nosotros, meros mortales, sería, por definición, equivocada; a lo mucho incompleta. En La Matrix, el Morfeo que le ofreció la píldora roja a Thomas Anderson no existía. Era solo una “auto-imagen residual”. Lo mismo es verdad de la píldora roja: no existía. Entonces ¿cómo es que Thomas despertó? ¿Cómo algo que sucede en un sueño puede cambiar la realidad? Y si puede, ¿no hace que el sueño sea real?
¿Es la espiritualidad moderna algo que no sea enseñar a los perros a perseguir su propia cola y regresar a su vómito? ¿Hemos sido estafados?
La idea de que “sólo la verdad existe” es una tautología. Suena profundo pero no está realmente diciendo nada. Sólo porque creencias equivocadas acerca de la luna no afectan la naturaleza de la luna no significa que no son reales. Únicamente significa que no tienen poder para afectar la realidad. Filosofías new age populares (The Secret, etc.) nos afirman que las creencias moldean nuestra realidad. Si ese fuera el caso, no obstante, tendríamos que redefinir lo que queremos decir con “realidad”. Lo que un practicante puede observar es que una creencia que es lo suficientemente fuerte creará realidades falsas (lunas de queso azul), y que estas realidades falsas (si es que no es un oxímoron) se posicionarán luego entre nosotros y la verdad. Como la fantasía de un niño, el propósito de tales realidades falsas o ficciones cruciales (así como la ilusión de un ser separado) es mantener a la verdad fuera.
Entonces, si realmente es tan crucial, ¿cuál es la gran necesidad de disipar esa ficción? Si dejamos que los niños crean en Santa por el tiempo que les tome descubrir la verdad, ¿existe algún peligro de que Santa se meta a sus cuartos a medianoche y los asuste, como Freddy Krueger en Pesadilla en la calle del infierno? ¿Cualquier dolor que provenga de la lealtad con una ilusión es también ilusorio? Si la verdad es nuestra verdadera naturaleza –si realmente es verdad– ¿cómo puede ser afectada, o más aún, lastimada, por creencias equivocadas o por lealtades falsas?
La respuesta obvia es que la inofensiva creencia en duendes de un niño eventualmente se convierte en una creencia adulta en Dios y en el país, el dinero, la seguridad nacional y otras incentivas “de adultos” para el caos y el asesinato tanto a escala local como global. Y mientras que la perspectiva iluminada (al menos de acuerdo a la teoría) puede llevar a su paso la aniquilación del Universo, el no-iluminado (al cual la mayoría de nosotros estamos atados) continúa rompiéndose por un clavo en la pared.
El practicante espiritual no está buscando la no-existencia. Eso es algo que sólo los suicidas buscan. El practicante espiritual está buscando consuelo, y para algunas personas la iluminación suena mucho como el consuelo final y total de todo. Pero si fueran honestos, la mayoría de los practicantes admitirán que, si pudieran obtener la felicidad, satisfacción, sabiduría superior, serenidad y la confianza que se imaginan que la iluminación les daría, sin tener que aniquilar hasta el último rastro de su identidad, lo tomarían. De acuerdo a testimonios espirituales a lo largo de siglos, sin embargo, el único trato que funciona con ese criterio es el tipo de trato que Fausto hizo con Mefistófeles.
En términos sencillos: lo más real del estado no-iluminado parecería ser nuestro apego a él. Santa Claus no es real. La creencia del niño en él sí lo es.
La lotería de la iluminación
¿Quién maneja el autobús de los sueños? es un documental hecho en 2009 sobre la espiritualidad. Incluye entrevistas con un número de maestros espirituales prominentes (Jeff Foster, Timothy Freke, Gangaji, Amit Goswami, Boris Jänsch, Tony Parsons, Genpo Roshi, Guy Smith) y nos da un panorama útil sobre la espiritualidad contemporánea. En primer lugar, casi todos en la película están de acuerdo en que no hay nada que el practicante necesite “hacer” para iluminarse. Pero mientras lo estaba viendo comencé a preguntarme que, si ese fuera el caso, ¿por qué están todos estos adeptos espirituales siquiera pensando en eso? ¿Por qué no hablar sobre el mantenimiento de abejas o el baseball? ¿Qué no escuchar a un maestro espiritual diciendo que no hay nada que hacer para iluminarse es hacer algo? ¿Por qué siquiera hacer el documental?
Me encontré preguntándome si los maestros espirituales enseñan que no hay nada que hacer porque eso es lo que vende. ¿Era una manera de dar a la gente un mensaje reconfortante para llevarse a casa y luego regresar por más (burdamente lo mismo que la Cristiandad ha estado haciendo por siglos: mandando una orden de salvación)? A la mayoría de los practicantes no les importa que lo que se llevan con ellos es insignificante hasta el punto de la no-existencia; es el equivalente a comprar un billete de lotería. Lo que se compra es esperanza. Y como la esperanza es ciega, no importa realmente qué tan bajas son las probabilidades.
Como ganar la lotería, la iluminación es el último y absoluto cambio. Encaja cómodamente en el menú cósmico junto con “Dios”, “verdad” y “Cielo”: si existe tal cosa, es lo único que cuenta. Como la riqueza magnánima dada a los pobres, la existencia de uno se vuelve conocida, la vida se vuelve gris y aburrida sin ella. Nuestro vaso se vuelve para siempre "mitad vacío".
Como para los niños Santa, no importa si la iluminación o la salvación que se ofrece son reales o no, siempre y cuando la creencia en ello sí lo sea. La creencia en conceptos falsos genera demanda perpetua, la cual, como todo hombre de negocios sabe, es la llave al mercado sano. Mira cómo la publicidad reviste a los productos más ordinarios con cualidades mágicas, como si el desodorante o la cerveza pudieran dar a su dueño poderes sexuales. El producto falla pero la creencia, la fantasía y la esperanza permanecen, y el consumidor sigue regresando por más.
La droga más difícil de dejar es aquella que casi funciona. Ya sea el sexo, las drogas, el dinero o la comida, nos hacemos adictos a los placeres que casi nos dan lo que estamos buscando (el alivio de la miseria de nuestras vidas) pero nunca lo hacen del todo. Si las creencias religiosas fueran un total fracaso, perderíamos interés en ellas. Si funcionaran perfectamente, no las necesitaríamos porque estaríamos iluminados. Para los practicantes, lo que hace a la espiritualidad infinitamente fascinante es que continúa prometiendo funcionar pero nunca lo hace por completo. Como los apostadores que casi ganan el gordo antes de perderlo todo, los practicantes siguen regresando por más, y el mercado espiritual se regocija.
Así como existe el deseo de obtener fortuna sin esfuerzo, el deseo de iluminarse es tan poderoso que los practicantes no se desaniman más por la insignificancia de los productos y servicios en oferta de lo que se desanima alguien que compra la lotería por probabilidad. Los practicantes siempre creen que pueden superar los pronósticos. El mercado espiritual, como Las Vegas, se alimenta de ingenuidad y optimismo. Un manual para apostadores que incluyera métodos verificables, rápidos y efectivos destruiría el negocio de las apuestas. Y la espiritualidad real y efectiva destruiría el mercado espiritual.
El único medio para ese fin es despojarse de todas las ideas equivocadas acerca de la espiritualidad y ver qué queda. Es posible que, como Las Vegas en la economía global, una vez que seamos capaces de ver la maquinaria del mercado espiritual, descubriremos que es corrupta hasta la médula y estaremos forzados a desecharla y comenzar desde cero. Exagerado como podría parecerles a algunos, la alternativa es quedarse encadenados a un sistema que tiene el simple propósito de enriquecer a algunos y explotar a la mayoría. El discípulo-borrego estará por siempre numerado con el rebaño, y seguir a un gurú o a un sistema espiritual podría ser tan inteligente como tratar de tomarles fotos a los tiburones mientras tu barco se está hundiendo.
Haciendo las paces con Mammón
En la sociedad ultra-sofisticada de hoy, millones de adultos aún creen que Dios toma la forma de un hombre sabio, viejo y barbudo que está sobre una nube. Quizá cuando mueran, algunas de estas personas conocerán al “Dios” que empate con sus creencias. ¿Eso significa que realmente conocieron a Dios, o que terminaron varados en la luna de queso azul de sus fantasías? Así como los conceptos ingenuos acerca de Dios están desviando a miles de “creyentes” en un encuentro auténtico con inteligencia divina y están realmente previniendo que miles de agnósticos investiguen seriamente la cuestión de la deidad, lo mismo pasa con la iluminación. Nociones falsas y endebles acerca de ello no sólo han engañado a los crédulos, han disuadido a las mentes críticas. Muchas de las personas que podrían ser capaces de experimentarlo ahora son más inteligentes que eso, y no pueden creer en tal absurdo.
Hay un refrán popular que dice “Todo el que dice que está iluminado está mintiendo”. En Autobús de los sueños, Tony Parsons dice más o menos esto (cuando se describe a sí mismo, Parsons usa la palabra “liberado”). Lo curioso de esta creencia es que generalmente no rechaza la posibilidad de la iluminación. Es más una afirmación que una modestia (si alguien realmente estuviera iluminado sería demasiado modesto para admitirlo)
Las personas que rechazan la posibilidad de un ser iluminado, y que se describen a sí mismas como iluminadas, son como los ateístas que rechazan la idea de un hombre sabio en una nube sin nunca haberse cuestionado acerca de una presencia divina no-antropomorfa. La prueba es que hacen esta declaración general (“Nadie que afirme estar iluminado lo está”) sin preguntarse una pregunta obvia como “¿Qué quieren decir cuando dicen que están iluminados?”). La implicación es que saben lo que es la iluminación, incluso si no están iluminados, y si estuvieran nunca lo dirían porque es de mal gusto hacerlo. El subtexto detrás de esta extraña creencia parece ser poco más que: “¿cómo puede alguien afirmar que está iluminado si yo no lo estoy?” Esta es una posición del ego perfectamente entendible, y naturalmente simpatizo (habiendo hecho yo mismo lo del gurú por algún tiempo). ¿Cómo se atreven?
Irónicamente, o quizá no, el resultado final de la creencia popular de que todo el que afirma estar iluminado no lo está es la perpetuación de la no-iluminación. De exactamente la misma manera en que los granujas y los charlatanes han secuestrado la idea de “Dios”, y se han asegurado de que cualquier deidad sea mal representada en el mundo, ahora los maestros de la iluminación falsa tienen libre poder en el mercado espiritual y ni siquiera lo esconden. ¿Quién quiere estar asociado con un montón de granujas y charlatanes? Ya que los crédulos han caído por un obvio hoax (vieja barba gris en el cielo y mil ofertas de pacotilla de iluminación por un precio), los astutos son más listos como para creer en algún dios o iluminación que no esté remontado a su sistema de valores auto-inventado. Una vez quemados, nunca confiados. La desilusión de enterarnos que Santa era una gran mentira fue demasiado honda como para que alguna vez nos recuperemos.[1]
Cuando Jesús volteó la mesa de los prestadores de dinero en el templo, hizo una declaración burda e inequívoca. La espiritualidad y el comercio no se mezclan. Pero en el mundo de hoy absolutamente todo ha sido mezclado con el comercio y simplemente no hay manera de vivir sin venderse a uno mismo de una manera u otra. Otra creencia popular es que un individuo iluminado de alguna manera no debe estar sujeto a la Ley de Mammón, y muchas “personas espirituales” argumentan que cualquiera que cobre por asistencia espiritual no puede ser genuino. ¿Cómo saben esto? ¿Por qué lo creen? ¿Creen que una persona iluminada debe ser capaz de convertir piedras en pan y vino en agua? ¿O sólo creen que deben “trabajar para vivir” como el resto de nosotros, incluso si eso significa que no tendrán el tiempo o la energía para usar su regalo especial?
Si ponemos por un momento el prejuicio a un lado, tendríamos que aceptar que ningún maestro espiritual genuino –quizá incluso ni Jesús— tendría oportunidad en la arena social de la actualidad, en cambio, necesitaría arrastrar su mesa de negocios al templo (o, más precisamente, su altar o púlpito al mercado) y comenzar a anunciar sus mercancías a los transeúntes. “Obtén tu pan viviente aquí por sólo tres shekels” “¡Yo soy el camino, la verdad y la luz! ¡Suscríbete hoy a un año de sermones y obtén sanación gratis!”
En la remota posibilidad este es el caso; el practicante espiritual sincero no tiene mucha más opción que entrar al mercado de la iluminación y, tan minuciosamente como pueda, checar los productos en oferta --aunque esto sea de mal gusto y no ofrezca recompensa alguna-- para encontrar a un maestro verdadero (si es que existe).
Plomeros de la iluminación
La iluminación es ilegítima, no tanto en el sentido ordinario y oficial sino en el sentido extenso de “desconocido” y “no identificado”. A diferencia de la religión, no hay nada ortodoxo en la iluminación ya que ésta no puede ser materia de fe. Debe ser una de certeza y realización práctica. Para convertirte en un ministro practicante o un médico licenciado necesitas seguir un método y registrarte. Para convertirte en un maestro de iluminación –no en un sentido real, sino socialmente hablando— lo único que debes hacer es decir que estás iluminado. O mejor aún, no lo digas, implícalo. Nada de esto entra al noticiero nocturno. Los maestros de iluminación, con la extraña excepción de Oprah, son ilegítimos. Es una industria "patito".
La ironía, tragedia y comedia de todo esto, para practicantes serios, es que sólo cuando alcancemos la iluminación podremos decir quién es genuino y quién no lo es. Toma un ser despierto para reconocer a un ser despierto. Sin embargo, ironía sobre ironía, los maestros de iluminación auto-confesos no tienden a frecuentar los mismos espacios. De hecho, de lo que he observado durante mi tiempo en el mercado es que la mayoría de los maestros de iluminación que afirman que están iluminados (usen la palabra que usen) tienden a menospreciar a otros maestros, así como los hombres de negocios hablan mal de su competencia. No nombrarán al mercader inferior (eso es de mal gusto y podría lastimar su imagen pública), sino que usarán términos vagos y generales de deshonra, tales como: “cualquiera que afirme estar iluminado no lo está” (Tony Parsons, quien afirma estar liberado). Alternativamente inferirán, de una manera humilde y auto-mitigante, que su propio estatus de realización es más alto o más real que el de cualquier otro. Se les pueden ocurrir distintas denominaciones –despierto, iluminado, liberado, actualizado, realizado– o sugerir que hay muchos niveles, grados o estados de realización. Buena suerte al practicante sincero que busque hacer sentido de todo esto. Él o ella terminará envidiando no sólo al consumidor ordinario que considera que todo es patraña, sino también al creyente que ha encontrado a un maestro espiritual para alcanzar las partes que los otros no pudieron y que se encerró cómodamente en un dogma espiritual, como un mosquito dentro de un ámbar. Tal encerramiento ofrece un alivio temporal de la búsqueda eterna, al menos hasta que las grietas comienzan a aparecer, que es donde la búsqueda comienza de nuevo.
Entre más se popularizan estos conceptos y valores ilegítimos (un saludo a Shirley MacLaine, Deepak Choprah y Eckhart Tolle), más ilegítimos se vuelven. Si un maestro iluminado puede aparecer en Oprah, debe haber algo ahí. Si las celebridades tienen sus gurús, los fans pronto querrán uno también. El mercado se expande rápidamente no por una afluencia de productos genuinos, de calidad, sino, au contraire, por un flujo lúgubre y cínico de imitaciones. Paradójicamente, entre más “respetable” (comercializable) se vuelve un producto, más desprestigiado es. Y con Internet todos lo están haciendo por sí mismos. Todos pueden ser escritores, artistas, músicos, cineastas, pornstars, celebridades. Mientras el mercado espiritual se hace legítimo, pronto todos podrán ser un maestro de iluminación por un día. Ni siquiera tendrán que aprender guitarra o Photoshop. El destino manifiesto se convierte en El Secreto. Lo que sea que creas se vuelve tu realidad y la de nadie más (excepto de los suscriptores que pagan).
Entre más la espiritualidad y la iluminación se convierten en comodidades, más fijas están como conceptos en la mente de las personas, más se coagulan en artículos de sospecha y más lejos están de la realidad. Atisbar alguna verdad o incluso saber lo que son se vuelve cada vez más difícil para un practicante genuino. Lo mismo pasó con la religión hace miles de años. “Dios” pasó de algo que no se podía nombrar o representar visualmente a algo de lo que se podía hablar (y tener leyes escriturales asignadas) por personas que no tenían experiencia de ello. Al final, hablar sobre Dios se volvió una manera de fingir tener una experiencia genuina de Dios hasta que sólo quedó la palabra y las personas que hablaban más sobre Dios eran las que estaban más lejos de él. Irónicamente, este es un cargo que ya ha sido imputado a maestros espirituales: si hablan de eso no pueden ser eso. El problema con esta máxima (que tiene algo de verdad) es que deja sin recursos a cualquier maestro genuino. Podrían bien volverse plomeros y esperar iluminar a las personas mientras arreglan su tubería.
Jason Horsley estará presentándose en el marco del ciclo de conferencias Bonus Creative Week, donde impartirá la plática: "La más pequeña partícula en la creación", el 10 de noviembre a las 18:15 en el Centro Tlatelolco de la Ciudad de México.
Twitter del autor: @JaKephas
[1] Si nuestras definiciones de iluminación vinieron –de acuerdo al razonamiento escéptico– de personas que no estaban necesariamente iluminadas, entonces ¿por qué estos mismos escépticos están usando las mismas definiciones para desaprobar declaraciones actuales de la iluminación? El practicante sagaz debe ser curioso con el criterio que las personas usan para desaprobar, como lo hacen, las afirmaciones de una persona que dice estar iluminada. No estoy sugiriendo que deben investigar cada afirmación de iluminación, sino sólo reservarse el juicio previo a cualquier investigación o, al menos, ofrecer a otros su criterio de investigación. En el caso del criterio más común y extenso –que la iluminación significa nunca decir que lo estás– podrían explicar el razonamiento detrás del argumento en lugar de simplemente decirlo como una hipótesis auto-evidente. Y también, más importante aún, explicar lo que piensan que quieren decir con “iluminación”, y qué es lo que los hace una autoridad al respecto.