Rob Hopkins, primero que nada, desenterró de la oscuridad mediática la realidad ecológica en la que vivimos. En lugar de pretender que todo está bien, como lo hizo la última junta de G8 en Irlanda, Hopkins está trabajando arduamente para cambiarlo. Él, quién enseñó permacultura por mucho tiempo, impulsó el famoso concepto que ahora se ha vuelto salvaje y maravilloso: las Comunidades de Transición.
Las Comunidades de Transición, como lo dice su nombre, se dedican a preparar al mundo para la trancisión a un futuro sin petróleo. Se basan en una premisa muy simple: “Apoyar a las comunidades a retomar los temas del petróleo y el cambio climático mediante la construcción de adaptación, elasticidad y felicidad”.
La organización ahora ayuda a comunidades a conectarse entre sí, a aprender a reducir las emisiones de CO2, decarbonizar y a implementar planes para todo un nuevo desarrollo económico. Enseña, en pocas palabras, a prepararse para el inevitable futuro en donde el cambio climático y el declive del petróleo dejarán a estas comunidades secas y con un sistema obsoleto. Las comunidades de transición funcionan porque, una vez que se le ha enseñado a una comunidad a reducir su uso de combustibles fósiles y a dejar de emitir gases de carbono, esta puede enseñar lo mismo a la siguiente y así sucesivamente hasta que una buena porción del mundo se encuentre preparado para lo inevitable: el agotamiento de esos recursos.
Además, Rob Hopkins no solo planeó educar a los agricultores del mundo, sino que buena parte de su iniciativa es convencer a las personas de que una vida sin petróleo no está tan mal, y podría ser de hecho mucho más agradable y enriquecedora que la actual.
En Inglaterra, la BBC ha lanzado una serie televisiva llamada The Archers, que ilustra la evolución que ha tenido el movimiento.