Como parte de su celebración, y fiel a su estilo a un tiempo sensible y serio, Popova ha publicado este día una suerte de semblanza retrospectiva sobre lo que ha aprendido en este tiempo de un proyecto que sorpresivamente se ganó millones de lectores, de todas partes del mundo y también del más diverso origen y circunstancia.
A continuación compartimos las 7 enseñanzas que la editora ha extraído en estos siete años de sostener Brain Pickings. Un recuento emotivo y notablemente útil, con esa utilidad más profunda, menos utilitaria, que va a contracorriente del espíritu dominante de nuestra época y que por eso mismo parece urgente recuperar.
1. Permítete a ti mismo el lujo incómodo de cambiar tu manera de pensar. Cultiva la capacidad de la “capacidad negativa”. Vivimos en una cultura en la que una de las mayores desgracias sociales es no tener una opinión, por lo que frecuentemente formamos nuestras opiniones a partir de impresiones superficiales o de ideas prestadas a otros, sin invertir el tiempo y el pensamiento necesarios para cultivar la convicción verdadera. Vamos entonces por el mundo reafirmando estas opiniones y aferrándolas como anclas a nuestra propia realidad. Es enormemente desorientador simplemente decir “No sé”. Pero es infinitamente más gratificante entender eso que estar en lo correcto —incluso si eso significa cambiar tu manera de pensar sobre un tema, una ideología o, por encima de todo, tu manera de pensar sobre ti mismo.
2. No hagas nada únicamente por prestigio o estatus o dinero o aprobación. Según apunta Paul Graham, “el prestigio es como un imán poderoso que deforma incluso tus creencias sobre aquello que disfrutas. Provoca que no trabajes en lo que te gusta, sino en lo que te gustaría que te gustara”. Esos motivantes extrínsecos están bien y pueden hacer sentir que afirman la vida en ese momento, pero al final no hacen que levantarse en la mañana sea emocionante o gratificante el ir a dormir por las noches —y, de hecho, con frecuencia pueden distraerte y privarte de las cosas que ofrecen esas recompensas más profundas.
3. Sé generoso. Sé generoso con tu tiempo y con los recursos y con otorgar crédito y, especialmente, con tus palabras. Es mucho más fácil criticar que celebrar. Recuerda siempre que hay un ser humano en el otro extremo de todo intercambio y detrás de todo artefacto cultural que criticas. Entender y ser entendido se encuentran entre los más grandes regaos de la vida, y cada interacción es una oportunidad de intercambiarlos.
4. Genera huecos de quietud en tu vida. Medita. Sal a caminar. Monta tu bicicleta sin ningún destino en particular. Hay un propósito creativo en soñar despiertos, incluso en el aburrimiento. Las mejores ideas nos llegan cuando dejamos de intentar activamente convencer a la musa para que se manifieste y dejamos que los fragmentos de la experiencia floten en torno a nuestra mente inconsciente, con miras a que formen nuevas combinaciones. Sin el estado esencial del procesamiento inconsciente, el flujo entero del proceso creativo está roto.
Más importante aún: duerme. Además de ser el mejor afrodisiaco creativo, el sueño también afecta nuestro momento del despertar, dicta nuestros ritmos sociales e incluso media con nuestro malhumor. Sé tan religioso y disciplinado con tu descanso como lo eres con tu trabajo. Tendemos a considerar nuestra capacidad para dormir poco como una suerte de insignia honorífica que valida nuestra ética laboral, pero en realidad se trata de un fracaso profundo en el respeto a nosotros mismos y de prioridades. ¿Qué podría ser más importante para tu salud y tu cordura, de donde todo lo demás emana?
5. Cuando las personas te digan quiénes son, créeles, aconsejó famosamente Maya Angelou. Tan importante, sin embargo, como que cuando otros intenten decirte quién eres tú, no les creas. Tú eres el único custodio de tu propia integridad, y las presunciones hechas por aquellos que malentienden quién eres y qué defiendes, revelan mucho sobre ellos y absolutamente nada sobre ti,
6. La presencia es por mucho más intrincada y gratificante en el arte que la productividad. La nuestra es una cultura que mide nuestro valor como seres humanos a partir de la eficiencia, las ganancias económicas o nuestra habilidad para hacer tal o cual cosa. El culto a la productividad tiene su lugar, pero la adoración diaria en su altar nos escamotea nuestra capacidad para la alegría y el asombro que hace que la vida valga la pena vivirse —como memorablemente lo dijo Annie Dillard, “cómo vivimos nuestros días es, por supuesto, cómo vivimos nuestra vida”.
7. “Esperar que algo valga la pena toma mucho tiempo”. Este es un préstamo de la sabia y maravillosa Debbie Millman, porque es difícil capturar de la mejor manera posible algo tan fundamental pero tan impacientemente sobrevalorado en nuestra cultura de la inmediatez. El mito del éxito en una noche es solo eso, un mito, tanto como un recordatorio de que nuestra definición actual de éxito necesita una revisión seria. Como reflexioné en otra parte, la flor no va del brote a la floración en un solo estallido vivaz y, con todo, como cultura, no estamos interesados en el tedio de la floración. Aunque ahí es donde la magia real se despliega en la realización del carácter y el destino propios.