Si envías un email a cualquiera de las 425 millones de cuentas de correo de Gmail en el mundo, no debes esperar que el contenido de ese correo sea completamente confidencial. Y es que Google se encuentra actualmente presionado por diversos grupos de defensa del consumidor acerca de su papel en la vigilancia que la National Security Agency lleva a cabo a escala mundial, así como de su probable participación.
La compañía fue demandada en mayo por "abrir ilegalmente, leer y recabar el contenido de los correos personales de la gente": mensajes personales, comerciales, de trabajo, el contenido en realidad no importa, pues lo que Google ha hecho desde hace años es filtrar ese contenido para mostrar anuncios personalizados para cada usuario de Gmail. La preocupación de grupos como Consumer Watchdog, entre los demandantes, es que Google se tome con tal ligereza el concepto de privacidad, una quimera o anacronismo para los tiempos que vienen.
Google se defendió afirmando que antes de la era del correo electrónico, cuando enviabas una carta "no podía sorprenderte que el asistente de tu corresponsal abriera la carta", por lo que "la gente que utiliza correo basado en web hoy en día no puede sorprenderse si sus comunicaciones son procesadas por el proveedor del servicio de comunicación en el curso de la entrega."
Lo que se pretende afirmar en este enunciado en apariencia tan técnico es que, por el hecho de enviar un email a una cuenta de Gmail, debemos asumir que Google lo "procesará", dicho en su jerga eufemista, aunque no tengamos muy claro qué involucra ese "procesar", más allá de la publicidad personalizada.
John Simpson, director de Consumer Watchdog y crítico acérrimo de Google, dijo que en realidad la compañía está tergiversando la verdad con la metáfora postal, pues "enviar un email es como darle la carta a la Oficina Postal. Yo espero que la Oficina Postal entregue mi carta basándose en la dirección escrita en el sobre. No espero que el cartero abra mi carta y la lea."
Como un cartero indiscreto, Google no sólo provee un eficiente servicio de administración de correo electrónico, sino que echa una ojeada a su contenido --o al menos está entre sus prerrogativas hacerlo. Simpson sentencia: "Cuando envío un email, espero que este sea entregado al destinatario indicado... ¿por qué debería yo esperar que su contenido sea interceptado por Google y leído?"
La pregunta pendiente es si la privacidad será algo que nos gustaría conservar en el uso de las herramientas web o si, de lo contrario, la gente adoptara una ciega inercia, sabiendo que probablemente sus conversaciones no son tan relevantes como para merecer la mirada atenta de Big Brother-NSA. Después de todo, nadie tiene nada en su bandeja de Gmail por la cual deba preocuparse.
¿O sí?
[Guardian]