Entender cómo funciona la economía no es un lujo o un privilegio: es algo que debería preocuparnos a todos para no ser esclavos de la ideología que ciegamente nos impulsa a valorar la acumulación de capital económico a costa de la explotación de los menos favorecidos. Este esquema no es accidental: sitios como Inequality.is muestran de qué manera la ignorancia de la población respecto a sus propios derechos ha permitido que la inequidad en la riqueza crezca a niveles de desproporción que sobrepasan los de cualquier otra etapa histórica.
Al menos en Estados Unidos, entre 1983 y el 2010, el top 5% de inversionistas y millonarios han visto su riqueza crecer 74.2%, mientras que los dos tercios de la escala más baja de ingresos vieron su riqueza contraerse. La diferencia entre inequidad en el ingreso y en la riqueza se explica en que la primera es volátil (pues depende del trabajo, el cual puede desaparecer de un momento a otro dadas las condiciones volátiles de los medios de producción y la cada vez mayor dificultad para que los trabajadores de bajos o medianos ingresos se organicen en esquemas de sindicatos, admitiendo el uso de mano de obra por outsourcing, sin ningún tipo de prestaciones laborales), y la segunda es el capital estable que está sujeto a fluctuaciones, pero que tiende a acumularse y a afectar la brecha del ingreso macroeconómicamente.
Si esto parece rebuscado, pensemos simplemente que en Estados Unidos el 10% de la población tiene el 48% de la riqueza. Esta inequidad no apareció por accidente: existe en función de las políticas públicas de los gobiernos, de los impuestos y del comercio. Esta situación puede arreglarse teóricamente cambiando las variables anteriores, pero el primer punto es comprender y compartir la información a la mano: nuestra única arma contra la explotación es la información.