El sábado pasado, 15 de junio, se inauguró en Brasil la Copa Confederaciones, un torneo de la FIFA que se considera antesala de la Copa Mundial porque, entre otras razones, se celebra en el país sede de esta última. En cierta forma la Confederaciones es un último ensayo general con respecto a todo lo que implica acoger el torneo de fútbol internacional más importantes.
Paralelamente a los juegos de artificio y la algarabía y el júbilo, se manifestó también otra fuerza: la de quienes consideran obsceno y ofensivo el gasto gubernamental en la infraestructura para un acontecimiento de estas magnitudes (13.3 mil millones de dólares tan solo en estadios) cuando, según resulta inevitable contrastar en países como Brasil, necesidades básicas de la población que el gobierno está obligado a satisfacer, simplemente no están cubiertas. "Copa eu abro mão, quero dinheiro para saúde e educação", rezaba una de las consignas de los manifestantes, expresando su preferencia por servicios de salud y de educación de calidad y no un evento que si bien casi siempre se defiende por la “derrama” económica que trae consigo, la verdad es que se trata de beneficios efímeros para la población local y ganancias sustanciales únicamente para las grandes corporaciones detrás del acontecimiento.
Cabe resaltar también que otro de los motivos de las protestas fue el aumento en la tarifa del transporte público, se dirá que un pretexto mínimo pero sin duda elocuente: recordemos que sobre todo en tiempos recientes, gobiernos nacionales poco preocupados por el bienestar general, aprovechan este tipo de coyunturas para implementar medidas poco populares y no necesariamente útiles al bien común. Por ejemplo, instalar cámaras de vigilancia en una ciudad o probar nuevos protocolos policiacos.
Las protestas comenzaron el pasado 15 y no han cesado desde ese fin de semana en varios puntos del país. Tan solo en Sao Paulo la noche de ayer se reunieron más de 50 mil personas frente a la catedral de la ciudad. Asimismo el colectivo Anonymous tiró el sitio del gobierno de Brasil como el primero de varios ataques cibernéticos en apoyo a los manifestantes.
Sin duda un ejemplo acabado de las contradicciones propias de nuestra época: el espectáculo por encima de la realidad, la ganancia económica de unos cuantos antes que el beneficio de la mayoría, gobiernos que primero responden a intereses particulares y no a los de la sociedad que supuestamente los eligió y los legitima, y otras tantas que al parecer se vuelven inexistentes cuando es el equipo nacional el que juega en la cancha.
Con información de The Independent. Imágenes vía The Atlantic.